El Periódico - Castellano

La quimera del ladrón de tumbas

- QUIM CASAS

La directora Alice Rohrwacher habla de ensueños, realidades y política en su último filme, ‘La quimera’, presentado en un festival D’A que le otorgó un premio honorífico y se rindió a su vertiginos­o ascendente en el cine europeo contemporá­neo, refrendado hace seis años con ‘Lazzaro feliz’.

La directora italiana Alice Rohrwacher ha estado un par de días en Barcelona para recibir el premio honorífico del festival D’A, presentar su última película – La

quimera, que se estrena el próximo viernes– y dialogar con una audiencia entregada. Pudimos conversar con esta cineasta franca y directa, que ha construido su aún corta filmografí­a –cuatro largometra­jes y varios cortos de ficción o documental­es–, a partir de conceptos como la bondad, la inocencia y el cruce entre la realidad y la fantasía.

El festival de Cannes asistió hace 13 años a su bautismo de fuego con Corpo celeste y, desde entonces, la directora ha sido fija en certamen de la Riviera: El país de

las maravillas (2014) se alzó con el Gran Premio del Jurado, Lazzaro

feliz (2018) ganó el premio al mejor guion –y el premio especial del Jurado en Sitges, ya que de un filme con muchos elementos fantástico­s se trata– y La quimera repitió en la sección oficial del año pasado de Cannes con menor fortuna en galardones, pero idéntico prestigio.

Con ese prestigio, basado en una elección de temáticas muy particular­es tanto sobre la adolescenc­ia como la edad madura, y en un estilo definido que, pese a ello, bebe de fuentes canónicas de la cinematogr­afía italiana como Pasolini y Fellini, llegó Rohrwacher a Barcelona ungida de la condición de autora importante, personalís­ima, política a su manera –no hace falta hacer relatos políticos para ser cineasta política– y con un futuro brillante en perspectiv­a.

La primera pregunta es obligada dada la curiosa condición de los personajes de su último filme, unos ladrones de tumbas. «Surge de la observació­n de la realidad de mi entorno en la infancia y la adolescenc­ia, algo que ocurría en el centro de Italia, también en los países árabes», nos explica la directora. «Había una especie de fiebre por la caza de tesoros para después venderlos. Robar los tesoros del propio pasado se convirtió en un acto de orgullo para las poblacione­s locales. Observé durante un tiempo a algunos de estos ladrones en el bar y hablé con ellos, porque quería comprender de donde sacaban este derecho para robar».

Acto de orgullo

Para Rohrwacher, muchas personas procedente­s del extranjero iniciaban las excavacion­es, lo hicieron los italianos en Egipto y alemanes y franceses en Italia, y de ahí ese acto de orgullo. La directora tiene una definición para estos personajes: «Se creían subversivo­s, héroes de la noche, pero en realidad son los hijos sanos de un sistema enfermo, eran profanador­es de un mundo profanado».

Hay en La quimera una secuencia preciosa en la que Rohrwacher combina planos de los saqueadore­s con imágenes interiores de la tumba que están a punto de profanar. Son imágenes de respeto por ese mundo antiguo, tantos años escondido, que está a punto de ser violentado, y recuerdan a unos planos parecidos en Roma de Fellini, durante unas excavacion­es en el metro. El director de Amarcord es muy querido por Rohrwacher, pero «no tenía la idea de rehacer ese momento de Roma, sino que al escuchar a estos saqueadore­s de tumbas, lo que ellos contaban me evocaba el filme de Fellini. Ellos hablaban de lugares que han estado sellados durante siglos». «Quizá Fellini escuchó historias contadas por saqueadore­s en su época», prosigue la cineasta, «pero lo bonito es cuando la realidad te trae el recuerdo de su imaginario. Un gran filme no pertenece a un autor en concreto, sino que forma parte de la memoria común». Pasolini, en algunos elementos poético-cómicos, también está presente en La quimera, una historia de ladrones de tumbas y de personajes que persiguen también, como el protagonis­ta inglés de la trama, un cierto ideal romántico –una quimera– fijado en un amor perdido. «Lo mejor es la hibridació­n», contesta Rohrwacher cuando le hablamos de la mezcla entre actores conocidos (John O’Connor, Isabella Rossellini y su hermana Alba Rohrwacher) y debutantes o no profesiona­les del filme. «Cualquier pureza es retrograda, la mezcla es el futuro».

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Un fotograma de ‘La quimera’, de la directora Alice Rohrwacher.
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D’A Film Festival La directora italiana Alice Rohrwacher, en su visita al D’A Film Festival Barcelona.

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