De tranvías en llamas a raíles de futuro
Como en Barcelona, el transporte ligero regresa a ciudades tan lejanas como Sídney para corregir el rumbo de la ciudad
ya entonces a su población dispersa, pero concentrada en la costa, con largas distancias que recorrer para todo, y por eso la apuesta ferroviaria de la ciudad con más aires barceloneses del continente árido. La persistencia en tirar vías de tren como forma principal de transporte de personas y mercancías en Australia les hizo protagonizar las historias más pintorescas, épicas y absurdas de la historia del tren, con trazados imposibles por el desierto en zonas de repente inundables, construcciones legendarias con camellos traídos de Afganistán, carrera política y descoordinada por construir antes ( lo que llevó a distintos anchos de vía que impedían la conexión entre estados), y un tranvía, en Sídney, que sufrió los embates de la precipitación, de la moda, del mal juicio. No fue el primer atropello mortal un grave golpe a la infraestructura, ni aunque se llevara el triste hito histórico de causar la muerte del que fue considerado como el padre de la música australiana, el compositor Isaac Nathan. La primera muerte del tranvía de la exótica ciudad se la dio el coste económico de la Segunda Guerra Mundial, y consecutivo boom de la industria del automóvil, que demonizó el transporte colectivo. La despedida del último tranvía en funcionamiento en Sídney fue de todo menos civilizada, con vagones ardiendo, en los que los historiadores recuerdan como el mayor acto de vandalismo público organizado de la nación, ya en 1961.
Pero, como en Barcelona, su espíritu resurgió de sus cenizas literales con la llegada del cambio de siglo. ¿Fue la conciencia climática? ¿Fue la recapacitación del interés general por los ciudadanos? Los tranvías habían cargado con la culpa del colapso de tráfico urbano ¿nos suenan estas críticas?.
Tras la primera reimplantación de un extraño monorraíl en el centro, las líneas de tranvía han vuelto a la ciudad australiana, con un luminoso plan activo desde 2019 y que 80 años después reconectará barrios muy poblados y un despliegue que lleva a cabo una empresa española también responsable de la flota de tranvías implantada en la capital del país, Canberra, y Newcastle.
La apuesta por el tranvía ha regresado para quedarse, y la globalización nos permite compartir experiencias e imitar las estrategias de movilidad más sostenibles, corrigiendo errores del pasado y trazando nuevas rutas para mejorar nuestras vidas.
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La despedida en 1961 del último tranvía de Sídney fue de todo menos civilizada, en lo que se recuerda como el mayor acto vandálico público de la nación