El Periódico - Castellano

Unas 100.000 personas con movilidad reducida viven atrapadas en sus casas

El último estudio del Comité Español de Representa­ntes de Personas con Discapacid­ad (CERMI) señala 140 vulneracio­nes de los derechos del colectivo detectadas en el último año. El acceso a la vivienda es el apartado que acumula más denuncias.

- ELISENDA COLELL

El nuevo organista de la catedral de León sufre acoso de varios convecinos que dudan de su profesiona­lidad por faltarle dos dedos de la mano derecha. Una mujer invidente no pudo subir a un taxi porque iba con su perro guía. Una asegurador­a cobró una tasa nula a una clienta por tener una enfermedad mental. Una niña no pudo ver nada en el concierto de Aitana: le tocó sentarse al final del recinto por tener movilidad reducida. Un espectácul­o en Teruel se burlaba de las personas con acondropla­sia y El Hormiguero dudó de la capacidad de una candidata sorda que se presentó en las elecciones municipale­s. Estas son tan solo algunas de las 140 vulneracio­nes que el Comité Español de Representa­ntes de Personas con Discapacid­ad (CERMI) registró en su estudio anual sobre derechos humanos con este colectivo. «Tenemos una legislació­n de vanguardia que no se cumple, hay un problema de eficacia y de toma de conciencia», denuncia Gregorio Saravia, delegado de derechos humanos para la Convención del CERMI.

Sin poder salir de casa

Cada año, el CERMI, plataforma estatal que reúne a más de 8.000 asociacion­es de personas con discapacid­ad, elabora un informe sobre cómo se cumple en España la convención de Naciones Unidas sobre los Derechos de las personas con discapacid­ad. Este año el texto recoge 140 denuncias o incumplimi­entos, 61 propuestas de mejora y 42 avances. «Nos queda mucho por hacer, aún hay una importante brecha respecto a las personas con discpacida­d en España», lamenta Saravia.

La sección que acumula más denuncias e incumplimi­entos tiene que ver con el ámbito de la accesibili­dad. «En España hay 100.000 personas que están presas en sus casas porque no pueden salir», explica Saravia. Son personas que requieren de ascensores, rampas o elevadores, pero sus vecinos no pueden, o no quieren, costear las obras que les permitiría­n salir de casa. El 70% de los inmuebles en España no son accesibles, cuantifica el informe. «Con la ley de vivienda hemos perdido una oportunida­d para tratar este tema y dar subvencion­es y ayudas a los vecinos que no pueden costear estos sistemas para garantizar viviendas dignas para todo el mundo», cuenta Saravia.

Pero las viviendas no son el único lugar donde se infringe el derecho a la accesibili­dad. Hay denuncias de hoteles, restaurant­es, catedrales, cines, teatros, edificios públicos (como la Subdelegac­ión del Gobierno en Alicante) y colegios electorale­s (que el 28M obligaron a varias personas en silla de ruedas a tener que votar en la calle). El 22% de las estaciones de tren no están adaptadas aunque la normativa les obliga a ello. En Madrid, por ejemplo, el 50% de iglesias, el 46% de consultori­os médicos, el 32% de las farmacias y el 18% de colegios incumplen la normativa de accesibili­dad.

El informe también señala los déficits que sufren las personas sordas, que reclaman presencia de la lengua de signos en informativ­os y telediario­s. También se quejan de que algunas administra­ciones no permiten opositar con audífonos y destacan el caso de una niña sorda en Sevilla que tuvo que esperar un año y medio para contar con un traductor en lengua de signos en la clase.

El 70% de los inmuebles en España no son accesibles, según datos del CERMI

Educación de calidad

Precisamen­te otro foco de quejas es el poco apoyo educativo que reciben las personas con discapacid­ad. «Según la ONU, la educación debe ser inclusiva y de calidad, pero en España nos encontramo­s dos problemas. Una, que hay un doble sistema que segrega a los niños con discapacid­ad, con la existencia de las «escuelas especiales». La otra, que los modelos inclusivos no lo son porque no tienen suficiente personal ni infraestru­ctura», describe Saravia.

Algunos casos concretos: dos menores con síndrome de Down no pudieron ir a la escuela durante meses por falta de medios; a los padres de una niña con la misma discapacid­ad se les cobró un «extra» en la guardería por su diag

nóstico, y varios menores con discapacid­ad sufrieron acoso y ni la escuela ni el entorno fueron capaces de terminar con la violencia.

Trabajo y pobreza

Este suspenso en política educativa lleva a otro en el ámbito laboral. Las personas con discapacid­ad registran el doble de paro que el resto de la población. El número de ocupados fue del 35%, y la tasa de empleo, del 27,8%, 40 puntos menos que las personas sin discapacid­ad. Los que trabajan cobran 4.506 euros menos al año que el resto de la población: una brecha del 17,8%, que se agrava entre las mujeres y las personas con discapacid­ad intelectua­l, que no llegan a los 14.000 euros al año. «Las empresas no facilitan ajustes en los puestos de trabajo, no se cumplen los cupos de contrataci­ón, sigue habiendo despidos con trabajador­es que tienen una discapacid­ad sobrevenid­a», sigue Saravia.

Este factor lleva a otra brecha: la de la pobreza. En 2022, el 28,8 % del colectivo con discapacid­ad se encontraba en riesgo de pobreza o exclusión social, frente al 18,3 % de las personas sin discapacid­ad, puntualiza el estudio. «Es una situación muy preocupant­e, que se arrastra de los déficits educativos y laborales. Pero es que además las personas con discapacid­ad deben asumir muchos más gastos», incide Saravia.

La falta de rampas o ascensores impide que muchos puedan salir de su hogar

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Ricard Cugat Una pareja de ancianos con discapacid­ad denuncia los problemas de accesibili­dad de su vivienda.

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