Una hoja de ruta para salvar el mar
La cumbre de los océanos concluye con la publicación de la Declaración de Barcelona, que reclama «acciones urgentes» para proteger a estos ecosistemas.
Tras varios días de debate entre más de 1.500 científicos y expertos reunidos en Barcelona, la Conferencia de la Década de los Océanos concluyó el pasado viernes con un nuevo llamado a los gobiernos, a la industria para preservar los océanos del mundo. La cumbre finalizó con la publicación de la Declaración de Barcelona, que reclama ejecutar «acciones tangibles» y aumentar la financiación para materializar las líneas estratégicas establecidas en los 10 libros blancos en los que se reclama, entre otros, reducir la contaminación marina, impulsar la restauración de ecosistemas marinos y adaptar a las regiones costeras frente al impacto de la crisis climática.
La comunidad científica, gobiernos, empresas, oenegés, portavoces Naciones Unidas y representantes de 124 países han discutido esta gran hoja de ruta para salvar los océanos y hacer frente a las múltiples crisis que afectan a los mares. Este ha sido el primer encuentro de la Década de los Océanos que coordina la UNESCO, y que ha encabezado Audrey Azoulay, directora de la entidad. El objetivo, definir las líneas de acción sobre el océano y las costas de aquí a 2030.
La primera petición que recoge la Declaración de Barcelona se encuentra en «poner fin al gran desconocimiento que hay acerca del océano», para lo que se establece la necesidad de crear una gran red global para su monitorización permanente, con información multidisciplinar, y asegurar que todo el conocimiento llega a todos los actores sin excepción. Paralelamente, dos de los puntos de la Declaración de Barcelona inciden en la necesidad de aumentar la responsabilidad de los países y las administraciones en la gestión de sus áreas costeras.
Planes nacionales
El acuerdo final indica que las regiones con costa deben reconocer la importancia de sus ecosistemas marinos y aplicar soluciones frente a los daños que sufre. También recuerda que todos los países deben crear planes para mejorar la gestión y protección de las costas.
Frente al grave problema de la contaminación marina, los gobiernos deben además identificarse los principales contaminantes, así como aquellos emergentes y no regulados, que afectan al ecosistema marino y a las funciones esenciales que cumple, conociendo su distribución y su impacto en la salud humana y los ecosistemas. Además del problema acuciante de los plásticos, se debe actuar sobre los principales contaminantes —productos químicos, petróleo, vertidos y contaminantes biológicos— para identificar las actividades que se llevan a cabo en tierra que inciden en la salud del océano.
La declaración también pide el desarrollo de proyectos de economía oceánica sostenible y resiliente al clima, en colaboración públicoprivada, dando prioridad a aquellos que integren la conservación ambiental con beneficios socioeconómicos para las comunidades locales. En la misma línea, se pide fomentar la pesca y la acuicultura en pequeña escala de forma sostenible y una pesca industrial respetuosa, beneficiando a las pequeñas comunidades, frente al peligro de la proliferación de nuevas explotaciones industriales. La declaración señala al desarrollo de nuevos alimentos acuáticos como oportunidad también para los países en desarrollo.
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