Pla, un personaje aún con sorpresas
Las chaquetas (y abrigos, y corbatas, y sombreros) prestadas ocultaban bajo distintas apariencias a un personaje escurridizo. Alguien que no hizo sino construir una biografía, en cada una de las líneas de su obra, de la que el director de la Càtedra Pla se ha tenido que distanciar para intentar mostrar al personaje desnudo. O casi. Después de más de 10 años de trabajo y, tras recoger los frutos de haber tenido cribado 1.800 documentos y 4.000 cartas inéditas, finalmente ha publicado la que será la biografía canónica de Josep Pla: Un cor furtiu. Vida de Josep Pla (Destino). Un corazón, por el romántico sentimental que se ocultaba bajo su cinismo. Furtivo, por las capas con las que el personaje ocultaba a la persona.
La boda que no fue
En su famosa entrevista con Joaquín Soler Serrano, Pla no es que protegiese su vida bajo un gabán. Mintió, directamente, al decir que nunca había tenido «ninguna novia», nada más que algún «lío, vago, muy vago». Fueron muchas relaciones, y en absoluto vagas. En las que ellas acaban siempre teniendo un papel más digno, por cierto. La más sólida, durante 14 años, con la barcelonesa hija de un matrimonio sueco-noruego, Adi Enberg. Su relación, explica Xavier Pla, era la de una pareja moderna, cosmopolita, con separaciones y reencuentros en Londres y París. El biógrafo trata de solucionar una incógnita: ¿se casaron Enberg y Pla en el Reino Unido? La respuesta, ante la ausencia de registros y consultada la correspondencia entre ambos, es que la boda se frustró, pero que mantuvieron la ficción ante sus familias, registros de hoteles y aduanas. La lista de relaciones de Josep Pla sigue. Mercedes, Aly, Lilian... Con dos nombres en mayúsculas. Aurora Perea y Consuelo Robles.
A la primera, la conoce llegando a Ca la Nieves, el prostíbulo de más categoría de Sant Feliu de Guíxols, el día que el médico pasa visita a las chicas. De Aurora destaca su tristeza: de hecho, con casi toda su familia represaliada en la posguerra, debe procurar por el sustento de esta como puede. Esa es una de sus relaciones más documentadas: entre 1940 y 1948, hasta que ella emigra a Argentina. «No creo que encuentres otra mujer que te haya querido como yo te he querido, de todas las maneras, con todos tus defectos, pero yo no puedo sufrirlo más, verte siempre bebido», le escribe. El otro nombre conocido es Consuelo Robles. Una
La generación que quiso enviar a Josep Pla al olvido por su vinculación con el franquismo no tendría ningún problema en definirlo como un chaquetero. Con una metáfora similar, la del hombre que vestía la ropa de otros, arranca Xavier Pla la biografía definitiva del escritor de Palafrugell.
vendedora de mercadillo analfabeta, gitana, con la que mantiene una relación intensamente física en sus años más maduros, desvelada en la biografía con fragmentos de una grabación guardada hasta ahora con celo. Y a esta lista de nombres la biografía de Xavier Pla incorpora una más: Luz de Santa Coloma Alvear, una joven de solo 16 años de la aristocracia bonaerense a la que conoce en 1958, en un enamoramiento platónico que deriva en una relación epistolar prolongada y hasta ahora desconocida.
Xavier Pla se adentra en el «rompecabezas» de la guerra. La fuga a Francia y sus servicios a la red de espionaje franquista en el sur de Francia (el Sifne) no son puramente (aunque también) una reacción defensiva ante el terror de julio de 1936: Pla recuerda que durante los meses previos a la guerra «su catalanismo y su sentido democrático se empequeñecen hasta casi desaparecer». Según Xavier Pla, hay algo extraño en las funciones de Pla para el Sifne: pasa poco tiempo en Marsella, donde la leyenda dice que se dedicaba a vigilar el tráfico marítimo y, en cambio, viaja sin parar con Adi por toda Francia. El porqué: un misterio aún. Lo único que da por seguro el biógrafo es que se dedicó a elaborar material de propaganda para la causa franquista.
Mucho menos conocida es la más que posible relación de Josep Pla con las redes de evasión de aviadores y prisioneros fugados aliados por la Costa Brava en la fase final de la Segunda Guerra Mundial, en 1944. Xavier Pla ha concretado las sospechas: en las agendas de Pla aparecen varios nombres que han resultado ser conocidos agentes de la inteligencia británica, el MI9, y de la OSS, la organización predecesora de la CIA. Con ellos se encuentra en varios puntos del Empordà y visita a menudo el consulado británico en Barcelona y la Embajada de EEUU en Madrid.
De la victoria a la derrota
En 1938, Josep Pla regresa a España por San Sebastián y asume la subdirección del Diario Vasco, con Manuel Aznar como director. Firma allí con seudónimo, XX. Y con él publica una entrevista con el ministro de Gobernación Serrano Súñer, en la que se supone que se fija la política de palo y zanahoria del régimen para Catalunya. La traducción de esa entrevista al catalán era uno de los materiales con los que la dirección general de Propaganda entró en Barcelona en enero de 1939. Su difusión, prohibida terminantemente. Primera derrota indirecta: la segunda, su frustrada y efímera subdirección de La Vanguardia con Aznar. Se constata que «ni él ni ningún otro periodista procedente del catalanismo conservador tendrá lugar en el sistema cultural que impone el nuevo régimen dictatorial». Viene la retirada. Primero, a Fornells de la Selva.
Para el exilio, Pla ya no dejará de ser un traidor colaboracionista. Xa
El escritor tuvo muchas relaciones, en las que ellas acaban teniendo un papel más digno
Poco conocida es su implicación en las redes de evasión de prisioneros fugados aliados en 1944
vier considera más adecuado definir su labor como una serie de intentos de encontrar grietas para desarrollar un «catalanismo cultural posibilista». Xavier Pla ha localizado un documento hasta ahora inédito que muestra cuáles son los márgenes a los que se podía aspirar. Tras el nombramiento del opusdeísta Florentino Pérez Embid como director general de Propaganda, en 1951, Jaume Vicens Vives, Josep Maria Cruzet y Pla creen que este catedrático de Historia puede abrir algunas ventanas. Pérez Embid pide a Pla un memorándum confidencial sobre la lengua catalana. El escritor argumenta que las sucesivas prohibiciones «no pueden sembrar más que resentimiento». Y reclama «un trato de igualdad entre el libro castellano y catalán en censura» y que los actos culturales puedan desarrollarse en catalán . En lo que pasa ya (1951) a ser una muestra de atrevimiento, el escritor advierte contra «la propaganda anti-regional, según la cual nuestra historia y renacimiento eran cosas puramente artificiales, que podían destruirse de un manotazo».
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