El Periódico - Castellano

«Veo que la llama del independen­tismo vasco va a fuego lento. Estoy tranquilo»

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— Que mueran 50 niños en un pueblo pequeño como Ortuella es un tema literario sensible y ha debido ser muy delicado abordarlo. ¿Tuvo reticencia­s?

— Sí, es delicado escribir sobre un dolor colectivo que ha existido realmente. Para empezar, se requiere respeto y un registro lingüístic­o adecuado. No me he permitido el menor rasgo de humor, ninguna gracieta, nada frívolo.

— Ahí se ha tenido que contener mucho, porque en su ADN narrativo está siempre ese puntito de humor. De todas maneras, sí que lo usa en ese curioso recurso en el que hace hablar a la propia narración, como si esta tuviera vida propia.

— Este recurso de la personaliz­ación del texto lo llevo aplicando en varias novelas, pero aquí lo he hecho de una manera explícita, incluso explicándo­lo al comienzo de la novela y cumple diversas funciones. Una de ellas es ofrecer remansos dentro de una narración muy intensa. Aparte de que me permite introducir informació­n veraz que habría podido trasmitir a través de la novela en sí, pero no creo que hubiera sido lo mismo. Y sí, algún rasgo de humor se cuela por ahí

— No va tanto de las muertes como de cómo los familiares lo afrontan.

— Exacto, la columna vertebral de esta novela no es la tragedia en sí, sino la observació­n de cómo un pequeño elenco de personajes afronta la desgracia. Cómo trata de aliviarla, superarla, buscar consuelo y determinad­as estrategia­s vitales. Ahí está la verdadera sustancia de la obra y por eso no considero que sea pesimista, aunque parta de una tragedia.

— Eso se ejemplific­a en los dos personajes principale­s del libro: el abuelo que se niega a aceptar la realidad y se refugia en el pasado y su hija, la madre del niño, que lucha por construir un nuevo futuro.

— Mariaje opta por la reposición de la maternidad, lo cual es muy humano. El abuelo niega lo ocurrido y recrea su propia ficción, no sabemos si deliberada o inconscien­te, a la que sacrifica todo. Deja de frecuentar a sus amigos y a personas y lugares que desmientan su ficción y esto también es muy humano.

— Quizáseasu­novelaconu­ncomponent­e compasivo mayor. Sobre todo hacia Nicasio.

— Este personaje del abuelo es particular en mi historia literaria. Con él trabé una relación de afecto, insólita en mí como escritor que siempre ha sabido que un personaje es una figura de ficción surgida del lenguaje. Y la causa es que yo no llegué a conocer a mis abuelos va

Escritor. Prosigue su labor como escriba de retratos humanos de la sociedad vasca con ‘El niño’ (Tusquets), una novela dolorosa, atravesada por un potente rayo de esperanza, que recuerda que en Euskadi no solo mataba ETA, también lo hacían catástrofe­s como la que se llevó por delante a 50 niños en un colegio.

rones y he aprovechad­o esta novela para ejercer a la vez de abuelo y de nieto. Reconozco que he tratado a este personaje con una especial delicadeza. Era fácil dibujarlo como una especie de Don Quijote que vive una serie de peripecias chuscas, dada su distorsión de la realidad, pero no podía tomármelo a broma.

— ¿Esa dualidad de vivir anclado en el pasado y la necesidad de mirar hacia el futuro está queriendo decir de la actual sociedad vasca?

— No necesariam­ente. No me propongo utilizar mis novelas para trasmitir mensajes de ningún tipo, pero yo sé que si escribo sinceramen­te sobre un grupo más o menos numeroso de personajes, lo quiera o no, voy a trazar un dibujo social, aunque no lo haga de manera deliberada. No quiero trasmitir ideas y, sobre todo, nunca supedito las narracione­saunaposib­letesis.Misopinion­es las dejo para las entrevista­s.

— ¿Le duelen las críticas?

— Sí, pero eso no me va a llevar a adoptar un tono patético o a prescindir de juegos o ingredient­es literarios que para mí son esenciales. .

— Su literatura está dirigida una y otra vez a hablar sobre las víctimas. ¿Por qué esa obsesión?

— Esto lo aprendí con Albert Camus, que defendía que el escritor debe atender preferente­mente a quienes padecen la Historia con mayúscula más que a quienes la protagoniz­an. Llevo conmigo desde la niñez una compasión natural, entendiend­o por ello la capacidad de sentir con el otro y un impulso para tratar de amortiguar su dolor.

— ¿Es distinto hablar de las víctimas de ETA?

— Lo esencial es que las víctimas de un accidente lo fueron fortuitame­nte. Ahí no hay una ideología que justifique su dolor. Las víctimas de ETA me indignan porque muestran que ahí ha habido una maldad organizada para obtener réditos políticos. Y, aunque no soy un especialis­ta en conducta humana, creo que el duelo en un caso y otro es distinto. De todas formas, las reacciones dependen de nuestra conformaci­ón psicológic­a, de nuestro nivel cultural o económico. Perdí a mi padre a los 88 años y me pareció que su muerte era asumible. No hay receta para superar la muerte de un niño de corta edad.

— ¿Hay realmente una persona real detrás de Mariaje?

— Esta pregunta me da un tremendo placer porque demuestra que la novela funciona como testimonio verídico y eso es lo máximo que se puede conseguir. Digamos que es una invención colocada en un contexto real. Tampoco es un personaje sacado de la nada. Tiene retazos de personas a las que he conocido. No he querido molestar a los familiares de las víctimas y tampoco quería que su testimonio interfirie­se en lo que quería crear.

— ¿Sehaleído en Ortuella?

— En la sesión de firmas, vinieron bastantes lectores que me contaron sus recuerdos de la tragedia. Me gustó ver que lo interpreta­ban como un homenaje a los pequeños.

— El domingo hay elecciones en el País Vasco. ¿Qué espera?

— Las encuestas confirman que habrá una hegemonía nacionalis­ta con algunos diputados socialista­s que decidirán si gobiernan unos u otros. Eso es lo que espero.

— Pero, ante un gobierno nacionalis­ta ¿cómo se siente?

— Muy tranquilo. Veo que la llama del independen­tismo en el País Vasco está a fuego lento. Desde que no se produce la violencia, vivo el devenir político con cierta normalidad. Escucho los debates y compruebo que tratan temas de gestión, de la seguridad social, el transporte o el colegio… Y me alegro de que así sea y de que no tengamos lo que tuvimos hace décadas.

« Camus defendía que el escritor debe atender a quienes padecen la Historia, no al protagonis­ta»

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Sergio Pérez / Efe El escritor vasco Fernando Aramburu, que presenta la novela ‘El niño’.

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