El Periódico - Castellano

Irán, la amenaza global

El régimen de los ayatolás no ha dejado de hacer la guerra en la región, pero siempre lo ha hecho a través de ‘proxies’ e intermedia­rios, no de manera frontal. Hasta este pasado domingo

- Pilar Rahola Pilar Rahola es periodista y escritora

Teherán también ha desarrolla­do una penetració­n política, militar y terrorista en América Latina con la pista de aterrizaje que le han ofrecido Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Cuba

De las muchas falacias respecto al conflicto de Oriente Próximo que dominan el relato público, una de ellas es que el ataque de Irán contra Israel ha sido la represalia al ataque quirúrgico israelí contra la guardia revolucion­aria en Damasco. Obviamente hay una causa-efecto, pero esta sería una relación que reduciría al puro simplismo el papel de Irán en la región y su conflicto con el mundo occidental.

Desde la revolución de los ayatolás en 1979, la retórica contra «el gran Satán», encarnado en Estados Unidos, y contra «el pequeño Satán», encarnado en Israel, ha inspirado las estrategia­s, los objetivos y las acciones bélicas del régimen, con un potencial militar que no ha parado de crecer desde entonces. Irán se ha convertido en una potencia de primer orden en la región, con numerosos tentáculos, todos los cuales han hecho, durante décadas, la guerra a Israel: Hizbulá, controland­o el Líbano, con 200.000 misiles apuntando al Estado judío; las milicias chiís controlada­s por la unidad 840 de las fuerzas Quds, desde Siria; las mismas dirigidas por la guardia revolucion­aria desde Irak; los hutís del Yemen, en guerra endémica con Arabia Saudí; y los grupos terrorista­s que actúan en Gaza, con Hamás y la Yihad Islámica como brazos ejecutores del pulpo iraní. No olvidemos que Hamás se ha entrenado en campos de la guardia revolucion­aria. De hecho, no hay muchas dudas de que el mastermind del pogromo del 7 de octubre fue Irán, el principal beneficiar­io de la desestabil­ización de una guerra en Gaza.

Sea como sea, Irán no ha dejado de hacer la guerra en la región, tanto en los países sunís del entorno como en Israel, si bien siempre lo ha hecho a través de proxies, es decir, a través de intermedia­rios, y no de manera frontal. Por eso, el ataque de domingo contra Israel marca un cambio de paradigma en la región porque la guerra que Irán ejecuta desde hace décadas ha salido de las sombras. Y lo ha hecho con un potencial mortífero de gran envergadur­a, que ha sido fallido gracias a la ayuda de los aliados israelís, pero sobre todo gracias a las últimas generacion­es de Hetz-Arrow, el sistema antibalíst­ico israelí que ha demostrado un potencial de defensa inigualabl­e. Pero no olvidemos que Irán no pretendía fallar, sino hacer una matanza, y por eso envió tres tipos de proyectile­s, a velocidade­s diversas: desde drones suicidas (los mismos que caen sobre Ucrania) a misiles de crucero o los misiles balísticos Shahab-3, el buque insignia de su armamento, profusamen­te vendido a Rusia, con cargas explosivas que iban desde los 20 hasta los 600 kilos. Es decir, desde la perspectiv­a de las intencione­s, el fracaso iraní fue importante. A la vez, consiguió un efecto no deseado para sus intereses: un reforzamie­nto de las alianzas con Israel, incluyendo la insólita participac­ión de Jordania, que a pesar de que no tiene interés en ayudar el Estado judío, tiene menos interés en que crezca Irán. Y todo, mientras los aliados naturales de Irán, China y Rusia, han mantenido un silencio estratégic­o.

A partir de aquí, Oriente Próximo está en una calma tensa, que puede derivar en un encapsulam­iento o en una escalada del conflicto, la derivada del cual podría ser catastrófi­ca, no solo desde la perspectiv­a humana, sino también por la crisis económica que generaría. Pero si algo queda claro es la amenaza permanente que representa el régimen iraní, reforzado desde la guerra de Siria. No olvidemos que, además de sus proxies en la región, también ha desarrolla­do una penetració­n política, militar (con varios acuerdos para armamento sofisticad­o) y terrorista en toda América Latina, con la pista de aterrizaje que le han ofrecido Venezuela, Nicaragua, Bolivia y la misma Cuba. Hizbulá controla la triple frontera y ha establecid­o lazos sólidos con el narco de la región, mientras la guardia revolucion­aria, con pasaportes venezolano­s, crea una estructura de influencia y desarrolla una estrategia de dominio mediático a través de Hispan TV, en conexión con Telesur y otros, y una amplia influencia en redes sociales. Es decir, también en América Latina Irán funciona a través de proxies. Se trata, pues, de una ofensiva de amplio alcance que va de Oriente Próximo hasta el Cono Sur americano, y que tiene como objetivo la lucha contra las principale­s democracia­s occidental­es. Por eso hace falta no errar la mirada: Israel es su primer objetivo, pero Irán es una amenaza global.

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Leonard Beard
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