El enterrador de las fosas de Paterna, «nuestro Primo Levi»
Los fusilados del franquismo protagonizan un monólogo del actor Pepe Zapata tras una charla con Paco Roca, Rodrigo Terrasa y Gerard Vázquez.
«¿Quieres trabajo, rojito?, pues a enterrar a los tuyos», le dijo en 1939 el entonces alcalde de Paterna a Leoncio Badía, represaliado republicano al que relegó a trabajar de sepulturero del pueblo. Lo fue hasta 1945, y a sus manos llegaron los cuerpos de más de 2.000 ejecutados por el franquismo, que él tuvo que meter en fosas comunes en el camposanto. Aún sabiendo que arriesgaba la vida si lo pillaban, ayudó en secreto a viudas, madres e hijas a despedir a sus muertos y guardó clandestinamente pruebas de sus identidades en botellitas bajo los cadáveres. Anoche, su historia llegó al escenario del Teatre Romea en forma de monólogo dramatizado, interpretado por el actor Pepe Zapata, en un extracto de L’enterrador, obra dirigida por Gerard Vázquez.
Con la memoria histórica como protagonista, justo antes ambos dialogaron con el dibujante y Premio Nacional Paco Roca y el periodista Rodrigo Terrasa, que rescataron la historia de Badía y la de los fusilados que enterró en Paterna en el aplaudido cómic El abismo del olvido (Astiberri), que tras su publicación en diciembre ya ha agotado los 40.000 ejemplares de la primera edición.
«La primera vez que oí la historia de Badía fue en un programa de radio. Y me puse a llorar», confiesa Zapata, que lleva de gira por España en el papel desde 2022. Para él, además de «símbolo de la dignidad humana», el enterrador es «nuestro Primo Levi. Ante la adversidad siempre pensó con esperanza que con lo que él hacía las familias de los muertos podrían un día recuperar a sus familiares. Aún hay mucha gente que anhela justicia para sus antepasados».
Y 80 años después se han recuperado 10.000 cuerpos de las fosas. Se calcula que hay 20.000 localizados por exhumar y 80.000 desaparecidos, dice Terrasa. «No hay un censo, es el abismo absoluto del olvido», lamenta. En el cómic, recalca Roca, «quisimos huir del ruido político y la polarización y quedarnos con la parte humana (…). Trabajas con los testimonios de los familiares que te dan su tesoro para que lo cuentes». Como el de la otra gran protagonista del libro, la anciana Pepica, hija de Pepe Celda, uno de los fusilados que Badía enterró, que con 82 años «luchó por sacar a su padre de la fosa común para poder enterrarlo con su madre, como ella había querido».
Zapata también se queda con lo humano: con el abrazo y las lágrimas de uno de los hijos de las Trece Rosas que se le acercó tras una función, y con el de Maruja, la hija del enterrador. Roca y Terrasa hablaron también con ella, y con la tenaz Pepica, que protagoniza la escena que más le costó al dibujante: la de cuando, con 8 años, la llevaron a despedirse de su padre en prisión. «Su tía le dijo que no llorara delante de él y no lo hizo. Y te das cuenta de que esa misma mano a la que no dejaron tocar a su hija por última vez a través de la reja es la que ves en el cuerpo embolsado tras ser exhumado», explica Roca, que volverá a la capital catalana en mayo para el Cómic Barcelona. También lo hará Zapata con L’enterrador.
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«Aún hay mucha gente que anhela justicia para sus antepasados», recordó Zapata