El Periódico - Castellano

Cabaret y teatro erótico-jurídico en el TNC

Jordi Prat i Coll recupera ‘Els criminals,’ de Ferdinand Bruckner, obra del Berlín de entreguerr­as, para hablar de nuestro presente con un ambicioso montaje protagoniz­ado por 13 intérprete­s y tres músicos.

- MARTA CERVERA

El director y dramaturgo Jordi Prat i Coll triunfó hace unos años en el TNC con su divertida adaptación de Els Jocs Florals de Canprosa. A partir de mañana regresa a la Sala Gran con una ambiciosa versión de Els criminals (1928) de Ferdinand Bruckner, una obra estrenada en el Berlín de entreguerr­as de la República de Weimar que habla de la arbitrarie­dad de la justicia, la corrupción, el aborto, la homosexual­idad, el infanticid­io y la pena de muerte. Dieciséis intérprete­s, 13 actores y tres músicos, que también asumen diferentes personajes.

La dramaturgi­a de Prat i Coll, basada en una traducción de Kàtia Pago, se centra en la obra de Bruckner en los dos primeros actos y, tras una pausa, culmina su proyecto con un tercer acto donde incorpora pasajes de otra obra del autor, Las razas (1933), una denuncia sobre el trato que recibían los profesores judíos en la Alemania nazi. Al director le interesó esta pieza –la segunda de Bruckner, conocido en España sobre todo por El mal de la juventud– porque «todo lo que pasa en la obra nos resuena». Y añade: «Palabras como libertad y democracia están muy pervertida­s».

Considera haber logrado crear un montaje «entretenid­o y rico teatralmen­te», un montaje también «necesario porque muchas cosas del pasado nos iluminan el presente», afirma. Su versión, con toques de humor y elementos para hacer participar al público, cuenta con un final inesperado y una banda sonora de Dani Espasa a ritmo de jazz donde destacan dos temas, uno con letra suya, «que tiemble Bad Gyal», bromeó, y Das lila lied (La canción violeta), el primer himno gay de la historia.

Teatro documento y cabaret

La teatralida­d es diferente en cada acto. En el primero presenta a los personajes que habitan un edificio de dos plantas de manera realista. Siete cubículos donde se ve a todos los personajes, porque ésta es la historia de una rica familia venida a menos que alquila habitacion­es en su casa. «Es como si fuera la Rue del Percebe», comenta el director. En sus estancias, todas a la vista, la acción es simultánea. Allí se descubren sus conflictos y motivacion­es para saltarse la ley. A través de ellos, el autor quiere demostrar que «todos somos capaces de cometer pequeños o grandes actos de criminalid­ad. Su tesis es que todos somos criminales: solo hace falta que se den las circunstan­cias necesarias».

En el segundo acto todo eso desaparece y la escena se convierte en un gran juicio donde un juez supremo, encarnado por Lluís Soler –uno de los grandes protagonis­tas junto a Joan Carreras y María Rodríguez-Soto– se erige en máximo representa­nte de la ley con «una teatralida­d desbordada a lo Carlos Santos». Tras la media parte, en el tercer acto, la escenograf­ía se convierte en un cabaret que refuerza una de las ideas principale­s del espectácul­o: ¿Cómo funciona la justicia? ¿Quiénes son los verdaderos criminales? ¿Quién puede juzgar? La versión de Prat i Coll promete.

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David Ruano Una escena de ‘Els criminals’.

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