TV3 le dibuja como héroe, pero le aleja del ‘prime time’
Viaje de TV3 a Perpinyà para entrevistar a Carles Puigdemont. ¡Ahh! «Les saludamos desde la sede del 3Cat en la Catalunya Nord», nos decía Xavier Graset, presentador y alma del programa Més 324. A mí me pareció que le embargaba una emoción. Es natural. Una entrevista a Puigdemont, cara a cara, larga y cumplida, desde que se marchó a Bélgica, en TV3 creo que solo ha habido dos.
Una en noviembre de 2017 ( FAQS) y otra en diciembre de 2018 ( Quatre gats), ambas de Ricard Ustrell, cuando el entonces director Vicent Sanchis le mandaba a cumplimentar a Puigdemont para mantener su visibilidad y evitar eso tan doloroso que es que te olvide la gente. Hubo una tercera, en mayo de 2019, a cargo de Cristina Puig en el FAQS, pero no fue presencial, fue en dúplex desde Waterloo. De modo que esta de ahora, cinco años como mínimo después de la última, y a cuatro días como quien dice de unas elecciones, televisivamente hablando es un relevante suceso. No obstante, se produjo una curiosísima dislexia. TV3 encargó la entrevista a un programa que viene promediando desde hace tiempo entre un 1,7% y un 2,5% de cuota de pantalla.
Naturalmente, con esta entrevista tuvo un repunte, pero es sintomático que colocaran a Puigdemont en un programa que está 13 puntos por debajo de la media de la cadena y que, además, se emite a partir de la una de la madrugada, o sea, muy lejos del prime time, en la negritud de la noche. De hecho, en el TN migdia de ayer tampoco le dieron relevancia a esta entrevista. Apenas una pincelada de 40 segundos perdida en el interior del noticiario.
¡Ah! TV3 tiene ahora con Puigdemont un problema: no le puede dar mucha relevancia para que no tape y reste protagonismo a Aragonès. ¡Ah! La vida es ondulante, solía decir Pla después de leer a Montaigne. Compensó Graset esta situación haciéndole a Puigdemont una entrevista virtuosa. Entrega. Fascinación. La pregunta de arranque fue colosal: «President, ¿los exilios precedentes pesan? Macià, Companys, Irla, Tarradellas...». Con esta arrancada colocó Graset de golpe a Puigdemont en el parnaso de los grandes héroes exiliados de la Historia. Y Puigdemont, envuelto en esa aureola de sublime trascendencia, pasó 40 minutos trascendiendo.
Altas horas de la noche. Muy pocos televisores encendidos. Pero el relato sobre sí mismo y sobre Catalunya –que según su modo de ver son la misma cosa– fue glorioso.
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