Amnistía acusa a Washington de apoyar las torturas en centros de Siria
▶ Más de 56.000 personas llevan seis años encerradas sin derechos, según la oenegé
Marwa sabe que nadie en su lugar podría haber soportado lo que ella tuvo que vivir. «Intenté escapar pero me capturaron, tenía dos opciones: casarme o ser trasladada a una prisión subterránea», recuerda esta mujer siria sobre el tiempo que pasó en las madafas de Estado Islámico, es decir, las casas de huéspedes para mujeres del grupo terrorista. «No podíamos salir de allí ni ver a nadie de fuera», rememora ahora desde un centro de detención en el noreste de Siria. Su historia es la de miles de mujeres que cayeron en las redes del tráfico de Estado Islámico durante el califato. Ahora, muchas de ellas, decenas de miles, siguen atrapadas en insalubres e inhumanos centros de detención bajo el control de la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (AANES, por sus siglas en inglés) y sus milicias asociadas, apoyadas por EEUU, según denuncia Amnistía Internacional.
«Las víctimas de tráfico, como esta mujer, tienen algunos derechos: no ser condenadas por los actos cometidos durante su tiempo bajo coacción y la obligación por parte de sus gobiernos de repatriarlas», señala Lauren Aarons, asesora principal sobre género, conflictos y justicia internacional de Amnistía Internacional. Pero en el infierno de estos infames centros no hay lugar para el derecho internacional. Más de 56.000 personas son víctimas de esta ausencia al seguir encerradas por sexto año consecutivo en 27 centros de detención y dos campos a cielo abierto, Al Roj y Al Hol, gestionados por la AANES. Así lo recoge Amnistía Internacional en su informe Las consecuencias: injusticia, tortura y muerte bajo custodia en el noreste de Siria realizado a través de tres visitas a estas instalaciones, «bastante excepcionales», y más de 300 entrevistas con prisioneros, exprisioneros y funcionarios.
Separados de las madres
Amnistía denuncia que más de la mitad de las personas retenidas en este sistema son niños. «Estos 30.000 menores presos suponen la mayor concentración de niños privados de libertad en cualquier parte del mundo», subraya Nicolette Waldman, asesora principal de crisis de la organización con sede en Londres. Muchos de ellos llegaron como menores a los centros de detención y han entrado a la edad adulta desde una celda.
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