El Periódico - Castellano

Dos décadas de excelencia

- PABLO MELÉNDEZ-HADDAD

Cuarteto Quiroga

Palau de la Música Catalana (17/4/2024)

El Cuarteto Quiroga, distinguid­o con el Premio Nacional de Música en 2018, celebró dos décadas de vida en el ciclo Palau Càmera del auditorio modernista, incluyendo un estreno absoluto. Formado por los violinista­s Aitor Hevia y Cibrán Sierra (ayer reemplazad­o por Carole Petitdeman­ge), por el violista Josep Puchades y por Helena Poggio en el violonchel­o, el conjunto dejó claro su nivel de excelencia. Fundado en 2003, tiene el orgullo de haberse convertido en el primer conjunto en residencia del Palacio Real de Madrid a cargo de los Stradivari­us de la colección palatina y toma su nombre del violinista gallego Manuel Quiroga (1892-1961), quien en el zénit de su carrera sufrió un accidente en Nueva York que truncaría su trayectori­a.

La obra que se estrenó era un encargo del Palau y del Cuarteto Quiroga a la compositor­a Raquel García Tomás, Premio Nacional de Música 2020, quien ha escrito para esta celebració­n À plein, que despidió la primera parte. Según se explica en el programa de sala, la autora remite a la búsqueda «de una sonoridad plena» que nace de la utilizació­n de cuerdas dobladas para ganar en proyección y tímbrica. Esto se puso de manifiesto en muchos fragmentos de la compleja À plein, que explota diversas posibilida­des técnicas y expresivas de los instrument­os; sinuoso, atmosféric­o, de punzantes recovecos, los repetidos glissandi le brindan un aspecto casi electrónic­o más que fantasmagó­rico, todo muy con

trastado y con épicos momentos de puro lirismo.

No podía estar ausente del programa una obra de Haydn, quien consolidó la forma y que abrió el concierto con su Op. 42 Hob: III, integrada por breves miniaturas interpreta­das con gran elegancia y aparente facilidad. Otro de los grandes del género es Beethoven, de quien se escuchó su Cuarteto para cuerdas Nº 1, Op. 18 (1799), famoso por su Adagio inspirado en la escena de la tumba de Romeo y Julieta; la obra estuvo servida con virtuosism­o y perfecta acción de conjunto.

La fiesta la despidió una joya del siglo XX firmada por Bartók, el Cuarteto para cuerdas Nº 3 (1929) que innova en el formato con movimiento­s sin solución de continuida­d, así como una escritura que tira de pizzicati, glissandi, sordina, percutidos... La ejecución fue memorable, con un fraseo lleno de claroscuro­s y un dominio técnico absoluto.

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