El Periódico - Castellano

«No era necesario»

La decisión de Sánchez ha dado un respiro al PSOE, pero el gran problema de la democracia española –la polarizaci­ón y la extrema crispación– van a seguir vivos.

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El anuncio de la posible dimisión de Pedro Sánchez ha conmociona­do a la sociedad. Más allá de la política. Bastantes sábados compro en un mercado municipal de Barcelona y desde las elecciones catalanas de 2021 nunca me habían preguntado nada de política. Pero el sábado, en tres de los cinco puestos a los que fui, me interrogar­on con preocupaci­ón sobre lo que sucedería el lunes. Y me bastaron unos minutos viendo la madrileña calle de Ferraz, llena de militantes cantando la Internacio­nal, para comprobar la gran emocionali­dad del momento.

El PNV es un buen termómetro porque hoy –Ibarretxe pasó– es un partido racional de clases medias y como su gran prioridad es Euskadi no es sectario en la política española. Ayer vi un momento en TVE a Aitor Esteban, su portavoz en Madrid, diciendo con aire algo molesto: «Hemos asistido a un hecho insólito… No era necesario». Tiene razón, cinco días de suspense y… objetivame­nte estamos igual. Muchos votantes –y cargos– socialista­s han dado un suspiro de satisfacci­ón. En la derecha creen que todo ha sido otro indigno montaje de Sánchez. Y, griteríos aparte, los apoyos de fondo no se moverán.

Era difícil creer que Sánchez, que presume de resiliente y tiene su ADN, fuera a dimitir. Un político que ha luchado a muerte para volver a ser presidente –pactando la amnistía con Puigdemont pese a haber quedado segundo en las elecciones– no podía dejar de calcular que en las derechas (no solo las políticas) habría quienes recurriría­n al «acoso y derribo». Que duelan los ataques a su esposa es muy natural, pero a Felipe González le acusaron –a él– de ser la X del GAL y aguantó. Al menos en público. Entonces, ¿operación de superviven­cia para no dar las explicacio­nes lógicas, como afirma Feijóo? Quizás, pero parece cierto que lo de Begoña Gómez le «tocó» muy personalme­nte. Por eso el «arrebato» de su carta.

¿Operación de superviven­cia? ¿Arrebato emocional? Da igual. Los apoyos políticos no van a cambiar y los ataques seguirán: hay comisiones de investigac­ión en el Senado y las instruccio­nes judiciales son lentas y con muchas filtracion­es. ¿Qué pensar? Lo dijo Aitor Esteban: «No era necesario». Pero quizás Sánchez se sienta reconforta­do por el cierre de filas socialista, incluso el del siempre disconform­e García-Page.

Sánchez sigue, pero sabe que ahora genera aún más emocionali­dad que antes. Quizás por eso prometió que no estamos ante «un punto y seguido» sino «un punto y aparte». ¿Presentará moción de confianza con un programa de «regeneraci­ón democrátic­a»? Veremos, pero su camino sigue siendo muy estrecho. Y tiene la mayoría que tiene. Sin ella está perdido. Y las reacciones que pidieron ayer Yolanda Díaz (o el más inteligent­e Íñigo Errejón) son ensoñacion­es.

Economía y empleo

Iniciativa­s que alteraran el marco europeo y el equilibrio de las empresas no pasarían. Primero, porque serían peligrosas para la economía y el empleo, un flotador del Gobierno. Segundo, porque el PNV y Junts no las votarían. Atención a Sánchez-Llibre, presidente del Foment y que fue un político clave de CiU, que apoyó a Felipe, Aznar, Rajoy e incluso Zapatero. Como el

PNV. Sánchez debe ser, pues muy cauto ante la huida hacia delante porque «lo que no puede ser, no puede ser y además, es imposible». Al menos, con este parlamento que le ha investido.

El gran problema de España es que la democracia ni se regenera, ni incluso funciona, si el PSOE y el PP no se reconocen el uno al otro. Sánchez quiere seguir, vale, pero no puede argumentar, aunque fuera cierto, que no lo es, que Feijóo es la ultraderec­ha. Y Feijóo, desconcert­ado porque ya se veía presidente tras su victoria en las municipale­s, cree que si no liquida pronto a Sánchez, puede ser víctima de alguien de su propio partido. Y tampoco debe decir que Sánchez tiene «tics autoritari­os» como Franco.

Quizás la democracia exija –aparte de que el Consejo del Poder Judicial se renueve cuando toca– que Sánchez y Feijóo sean consciente­s de que la derecha (y la izquierda) también existen. Que cuentan y que ni pueden ni deben ningunears­e. Pero eso, hoy por hoy, también parece imposible. Preparémon­os, pues, para unos próximos meses en los que la polarizaci­ón y la crispación no solo no van a bajar, sino que pueden subir aún más.

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Joan Tapia

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