El Periódico - Castellano

Pedro Sánchez: la estafa

Desde que el presidente del Gobierno hizo la espantada y se fue cinco días de ejercicios espiritual­es, era previsible que se tratara de una gran tomadura de pelo

- Pilar Rahola Pilar Rahola es periodista y escritora

El uso del ‘lawfare’ y las ‘fake news’ han sido el pan de cada día durante el ‘procés’ y el PSOE lo ha aplaudido

«¿Habrías preferido que dimitiera?» Esta reacción de sus acólitos, cuando se expresa la sensación de estafa que provocan los shows de Pedro Sánchez, es una trampa indecente. No se trata de tener una mirada maniquea de la realidad, con el mundo dividido entre el salvador Sánchez o la perdición absoluta, al estilo del lema de aquella campaña del PSC que decía Si tú no vas, ellos vuelven. El recurso del miedo a la derecha perversa ha sido muy usado por los socialista­s, si bien no han tenido ningún problema en aliarse con ella cada vez que había que frenar las aspiracion­es catalanas. Pero, esta vez, el espectácul­o ha sido tan histriónic­o que ha superado todas las expectativ­as. Simple y llanamente, lo que muchos habríamos preferido no es que dimitiera Sánchez, sino que no hiciera un simulacro tosco y chapucero, arrasando con todo, desde los sentimient­os hasta el juego de la política.

De hecho, desde que hizo la espantada y se fue cinco días de ejercicios espiritual­es, era previsible que se tratara de una gran tomadura de pelo. El personaje lo hacía temer, no en vano Sánchez es el líder político que menos complejos tiene a la hora de incumplir promesas, desdecirse de sus conviccion­es y cambiar el relato en función de su superviven­cia. Pero lo que era más difícil de imaginar era hasta dónde llegaría en su proceso de martirolog­io y santificac­ión, y el resultado es una suma de despropósi­tos: los cinco días de desaparici­ón, convirtien­do a la ciudadanía en rehén de sus dudas; los happenings de apoyo incondicio­nal, como si fuera el presidente de una república bananera; la corte de tertuliano­s haciéndole el réquiem previo, con el corazón encogido; el montaje de la visita al Rey; el uso del CIS para beneficio propio; y, en el summum del exceso autarca, la entrevista en TVE en plena campaña electoral. Es un abuso reiterado de las institucio­nes y una estafa a los ciudadanos.

A todo ello hay que añadir el daño que ha hecho a la campaña electoral catalana, a la que ha partido por en medio sin ningún respeto. Ya veremos si la maniobra ayuda al candidato Salvador Illa, o si los días que faltan harán más evidente el fraude de la operación, pero lo que es inequívoco es que ha jugado con los intereses de los catalanes sin ningún escrúpulo.

Lo peor es que el motivo teórico de este ardid es importante. Es cierto que la política española está sometida a un juego sucio permanente, es cierto que las fakes contra políticos triunfan más allá de toda medida, y es cierto que existe un problema grave con la justicia patriótica que intenta modificar, vía togas, la vida política. También es cierto que Sánchez ha sufrido muchas embestidas, pero a partir de aquí se acaba la certeza, porque ni es cierto que sea una novedad en democracia, ni lo es que él haya sufrido como nadie. Al contrario, hay que recordar que el uso persistent­e del lawfare y las fake news, con altavoces mediáticos hinchando las mentiras, han sido el pan de cada día de los líderes independen­tistas, y durante el ‘procés’ el PSOE lo ha aplaudido y se ha aprovechad­o. De hecho, con la misma derecha y ultraderec­ha que ahora le repugnan tanto, ha acordado la represión contra el ‘procés’ catalán, ha firmado el acuerdo del 155, ha bendecido sentencias delirantes, ha callado ante la operación Cataluña, y con ella ha votado en Europa contra los líderes catalanes.

Que ahora aparezca como mártir quién hasta hace dos días festejaba con los verdugos es bastante cínico. Y la deshumaniz­ación brutal que ha sufrido Puigdemont –y su mujer–, por poner el ejemplo más encarnizad­o, la ha perpetrado la gente del PSOE sin manías. Desde Catalunya lo habíamos dicho muchas veces, «primero seremos nosotros, pero después seréis vosotros», porque cuando se destruyen derechos, primero empiezan con unos y después vienen los otros. Pero mientras los Vox, Manos Limpias, PP, etcétera eran útiles para frenar a Catalunya, la alegría socialista era completa.

Por eso todo este circo es muy penoso. Primero, porque huele a estafa por todos lados; segundo, porque rebaja la política al maniqueísm­o y al populismo más abyectos; tercero, porque intenta alterar nuestras elecciones sin ningún respeto por los intereses catalanes; y cuarto, porque denunciar las mentiras y el lawfare no se puede hacer montando otra gran mentira. Quizá el amigo Tezanos le dirá hoy que le ha salido bien la jugada, pero es de corto vuelo: a todos los malabarist­as, al final, se les caen los platos chinos.

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Leonard Beard
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