Dos espectáculos extremeños para pasar un buen rato
JOSÉ MANUEL VILLAFAINA
nes significativas que pertenecen al universo de recuerdos de la infancia y la adolescencia –revestidas de una comicidad constante, desde el principio al fin-, escenas vistosas que mezclan la grandilocuencia patriotera, los ejemplos históricos de heroísmo, los dogmas de lo que es bueno y lo que es malo, los sermones y los castigos, para que el alumno, el gobernante, acepte el sistema de vi- da y de poder que todo ello comporta.
El montaje, de Claudio Martín, respira perfectamente las atmosferas del periodo de los 40/60, donde los rasgos del franquismo escolar aparecen con mayor contundencia. Destacan la buena dirección caricaturesca de los actores y las ingeniosas escenas de trasposición de la obra a la actualidad a través de guiños cómpli- ces con el público y con el pueblo donde realizan la función. En la interpretación Julio Galindo (Segura, niño), Antonio Solano (Noguera, niño), Miguel Marín (Tejerina, niño), Fernando Ramos (Inspector) y Juan Antonio Lara (don Ponciano y cura) se lucen en una bien construida línea de diálogos y de expresividad gestual, logrando espléndidamente el tono hilarante de los personajes en situaciones que parecen fielmente arrancadas de la época.
POR SIEMPRE, ROCIO, es un espectáculo musical sostenido en las canciones más famosas de la cantante Rocío Jurado. Si bien, el propósito de la compañía ha sido que la cantante-actriz extremeña Raquel Palma interprete a la chipionera en un concierto visto desde una trama teatral. Para ello, Miguel Murillo, ha escrito un texto teatral que parte de los ensayos para la grabación de un programa televisivo realizado como homenaje a la Jurado –visto a través de sus palabras, imágenes y canciones proyectadas en un vídeo- en la que Raquel Palma ha de cantar una canción inédita, todo en medio de una trama
de confusión y de los enredos de dos personajes: la desquiciada regidora del programa (interpretada por Ana Franco) y el extraño hijo del compositor de la canción (interpretado por J.C. Corrales).
El texto de Murillo que resulta totalmente anodino, parece escrito casi con calzador y a todo correr. Pero la dirección teatral de José Antonio Raynaud es mucho peor, por el tratamiento arrevistado que introduce en unas actuaciones que nada pegan con el género de las canciones. Los actores, bastante desacoplados, se esfuerzan por hacer la poca gracia que casi nunca llega. El personaje mal dibujado y morcillero de