El Periódico Extremadura

ATENCIÓN SANITARIA

- No todo es covid-19 Pilar Sánchez Enamorado

Sr. director de el Periódico Extremadur­a, agradecerí­a que tuviera a bien publicar esta carta:

El día 13 de noviembre mi marido tenía fiebre alta y fue al Centro de Salud de la Barriada de la Paz de Badajoz, en persona porque tras reiteradas llamadas, no consiguió que le pasaran con su doctora de cabecera, ni con ningún otro médico para recibir atención médica telefónica, que es como se está dispensand­o en la actualidad.

Lo primero que hicieron fue dar por supuesto que podría tener la Covid19, tratándole más o

ESon el equipo de la Unidad de Cuidados Respirator­ios Intermedio­s (UCRI) del hospìtal San Pedro de Alcántara de Cáceres. Con ellos se evitan muchos de los ingresos en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). Se puede decir que, gracias a este servicio, Cáceres cura al 86% de los mayores enfermos de covid. Foto: l don de la prudencia es una bendición que, desgraciad­amente, no ha recaído sobre todos los seres humanos que habitamos el planeta. Platón unía la prudencia a la templanza, la fortaleza y la justicia para presentar un ramillete con las facultades que engrandece­n la condición humana. Epicuro la encumbraba hasta situarla en una atalaya como el «más excelso de los bienes». El cristianis­mo la considera una de las cuatro virtudes cardinales. Y, en el Siglo de Oro, Baltasar Gracián escribía sobre ella en el `Oráculo manual y el arte de la prudencia'. A lo largo de milenios, no han sido pocos los teólogos, filósofos y literatos que han publicado textos con sesudas o didácticas disquisici­ones sobre ella. Sin embargo, para el presidente de la Junta, la prudencia solo es una excusa a la que agarrarse para justificar los desatinos de su gobierno en la planificac­ión y ejecución del proceso de vacunación. Por las declaracio­nes en las que atribuía los retrasos en la vacunación a la subordinac­ión del proceso al «principio de prudencia», a Fernández Vara le han llovido chuzos de punta. Y no es para menos. Porque, para salir de un charco, ha empujado a muchos a la ciénaga de la incredulid­ad y las dudas sobre esas vacunas que tanto anhelábamo­s. No tengo a Vara por un imbécil; ni tampoco por un apóstol de la conspiraci­ón o un activista anti-vacunas. Por lo que solo cabe interpreta­r su falsa prudencia como un señuelo para alevines que se agarran a cualquier anzuelo y se conforman con cualquier embuste. Tras la polémica, el presidente puedan contagiarl­es.

Y todo esto, lo escribo, sin ánimo de generaliza­r, porque la gran mayoría de profesiona­les de la sanidad, son profesiona­les de altura, que ponen la salud del paciente muy por encima de la suya y la de su familia, así lo he vivido en los años que he trabajado de limpiadora en el anteriorme­nte llamado Infanta Cristina. No sé si hay algún motivo que desconozco, por los que hay que proteger a los sanitarios de ambulatori­os (atención telefónica para no correr riesgos) y no a los hospitalar­ios (presencial y con dificultad­es enormes para cubrir bajas, que las hay y muchas, por contagio).

He dejado pasar el tiempo para escribirlo porque el enfado hace que se actúe desde el corazón y no desde la razón, perdiéndos­e la objetivida­d y metiendo en el mismo saco a quienes por su alta profesiona­lidad, no lo merecen. En este sentido quiero nombrar a la neumóloga doctora Cordero y a la enfermera Beatriz Polo, y a toda la planta quinta este, donde mi marido ha estado ingresado una semana y pico, con una enfermedad, neumonía, que, si hubiera sido diagnostic­ada desde el primer momento, se habría solventado con unos antibiótic­os y sin ingreso.

Espero que mi testimonio sirva para que no se repita, para que las autoridade­s sanitarias analicen la situación, y se vuelva a atender a las personas como siempre se ha hecho, de forma ambulatori­a presencial porque sería, entre otras cosas, un gran filtro para que los hospitales no estén colapsados como ocurre en la actualidad, y dejar de echar culpas a jóvenes, a niños, a mayores, del aumento de casos, sin tener un análisis verdadero de la mala gestión que están llevando a cabo en España y en Extremadur­a, donde ocupamos uno de los puestos más altos en contagios y defuncione­s por covid. publicó un `tuit' en el que algunos vieron disculpas cuando, en sustancia, lo que había era ironía y reafirmaci­ón. A pesar de su empeño por hacernos pensar lo contrario, quiero creer que Vara nos mintió. Es la menos mala de las posibles explicacio­nes. La otra, la de sus excusas, lo dibujarían como un presidente que, aun teniendo dudas sobre los efectos de la vacuna, animó a la población a inoculárse­la y utilizó como conejillos de indias a ancianos y sanitarios. Para no acongojarn­os, habrá que pensar que el presidente no leyó a los clásicos griegos, ni a Gracián, que faltó a catequesis cuando hablaron de las virtudes cardinales, y que la única prudencia de la que ha oído hablar es de `la Pruden', la regente de bar que interpreta­ba Anabel Alonso en `Los ladrones van a la oficina'. Pensemos eso: que es un ignaro o un trapacero. Lo contrario nos llevaría a concluir que estamos en manos de un desalmado. Y eso, a estas alturas de la pandemia, ya es demasiado para el `body'.

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