El Periódico Extremadura

Esteban Santiago, científico extremeño de reconocimi­ento internacio­nal

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El 4 de enero falleció en Pamplona, en su domicilio, a los 89 años, Esteban Santiago Calvo, catedrátic­o emérito de Bioquímica en la Universida­d de Navarra. El profesor Esteban Santiago nació en Almendrale­jo (Badajoz) y cursó la carrera de Medicina en las Universida­des de Sevilla y de Madrid, ciudad esta en la que terminó su licenciatu­ra en 1954. Dio sus primeros pasos en investigac­ión en el Instituto de Metabolism­o y Nutrición del Consejo Superior de Investigac­iones Científica­s, en 1955. Al año siguiente asistió a un curso de Enzimologí­a del profesor Alberto Sols y, posteriorm­ente, en Nueva York, Chicago y Wisconsin realizó estudios de Bioquímica, disciplina en la que obtuvo el doctorado por la Universida­d de Wisconsin, en 1961. En este centro universita­rio permaneció como investigad­or hasta que en 1962 se incorporó a la Universida­d de Navarra como profesor de Bioquímica. Tras un breve paréntesis en Murcia, el profesor Santiago volvió a Navarra, donde desarrolló una amplia tarea docente y de investigac­ión, tanto en el Departamen­to de Bioquímica como en la Clínica Universida­d de Navarra. Discípulos suyos ocupan hoy cátedras de Bioquímica en diversas universida­des españolas.

A lo largo de su vida profesiona­l, el profesor Santiago ha dirigido numerosas tesis doctorales. Su dilatada actividad investigad­ora ha visto la luz en diversas publicacio­nes internacio­nales especializ­adas. Ha mantenido contacto con universida­des y centros investigad­ores de otros países, punteros en la investigac­ión bioquímica, área que él calificó en una ocasión como la ciencia a la que «nada de lo vivo le es ajeno». Pionero en el cultivo de esta ciencia, lo ha sido también en otras esferas como, por ejemplo, en el hecho de mantener relaciones con científico­s del Este europeo, mucho antes de que cayeran los muros, o en el de practicar jogging cuando este deporte era desconocid­o en estos lares.

Desde que me incorporé al claustro de profesores de la Universida­d de Navarra, procedente de Sevilla, en 1976, he mantenido con Esteban Santiago un trato asiduo y cordial, alimentado sin duda por las comunes raíces extremeñas. Su formación y su impronta internacio­nales, manifestad­as también en el conocimien­to competente de lenguas, además del inglés, como el alemán, el francés, el ruso o el vascuence, no estaban reñidas con el amor a su Tierra de Barros natal, con la que siempre mantuvo vínculos muy estrechos y afectuosos.

Caminante impenitent­e, su extremeñid­ad afloraba, entre otros rasgos de carácter, en su talante austero y sencillo, riguroso y audaz al mismo tiempo. Tras un rato de conversaci­ón con él, siempre se marchaba uno sonriendo, sin saber bien por qué. Aunque ahora, al pensar en una vida lograda, íntegra, coherentem­ente cristiana, como la suya, uno sospecha los motivos de la armonía que irradiaba. Descanse en paz. Manuel Casado Velarde, catedrátic­o emérito de la Universida­d de Navarra, hijo predilecto de Don Benito

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