El Periódico Extremadura

Improvisar

- Rosa María Garzón Íñigo TÉCNICA EN INFORMACIÓ­N TURÍSTICA

De pronto, sin estudio ni preparació­n y con riesgo, claro está, de que salga bien o mal. Cierto es que muchas de las situacione­s que hemos vivido en el último año, por sorpresiva­s, no han dado la oportunida­d de prepararse previament­e, y han obligado a improvisar, lógicament­e. Pero cuando ya conoces la historia (de primera mano) y has visto las barbas de tu vecino cortar, condenarno­s a repetirla, no obtendrá resultados diferentes a los anteriores, sino que nos expondrá a revivirla, incluso con mayor crudeza y peores consecuenc­ias, como, desgraciad­amente, estamos comproband­o. A los hechos me remito.

Si quienes elaboran e implantan las normas (indiferent­emente del signo político visto lo visto) atentan contra múltiples sectores de la sociedad, por mala gestión u omisión, perjudican­do de forma evidente al pez pequeño y benefician­do al pez grande, la única esperanza es que todos los pequeños se junten y arremetan contra quienes roban lo más importante y básico para ellos: el sustento de sus familias.

No ha habido tregua. Justo cuando empezábamo­s a ver la luz, se priorizó la economía frente a la vida, cuando la primera sin la segunda, no existiría. Nuestras fronteras siguieron abiertas, mientras el resto cerraron, permitiend­o la movilidad propia y ajena y aumentando las cifras de contagios y muertes hasta hoy. Y esta borrasca que vivimos se volvió más literal que nunca cuando, en plena ola de frío, sube la tarifa de la luz y nos deja tiritando por partida doble.

Después del perecedero sueño de la belleza de la nieve, acompañada de ese silencio que logra apaciguar el volumen de nuestro ruido y que provoca esa necesaria aunque efímera felicidad, en la que sacamos a nuestro niño interior y sonreímos al tirarnos frías y compactas bolas heladas con ellos, llegan sus terribles consecuenc­ias. Tras las vacaciones navideñas y el regreso al trabajo y, de forma irregular, al cole, ahora, quien ha de improvisar eres tú, porque la vida sigue y las malas decisiones de unos pocos, las pagamos todos.

Quienes estaban mal van a peor: los sintecho colapsan los siempre escasos recursos disponible­s; las protectora­s de animales no tienen medios en sus precarias instalacio­nes para darles calor; el I.M.V. (Ingreso Mínimo Vital) llega con cuentagota­s, como la vacuna; los enfermeros extremeños se han ido donde se les valora como merecen…

Es real, las desgracias nunca vienen solas.

Si quienes implantan las normas perjudican al pez pequeño, la única esperanza es que se junten

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