El Periódico Extremadura

España, rumbo a un futuro de frío y calor extremos

La crisis climática aumenta la intensidad y frecuencia de fenómenos meteorológ­icos como la borrasca `Filomena'. La región mediterrán­ea será una de las zonas más afectadas de todo el planeta.

- VALENTINA RAFFIO BARCELONA

La crisis climática habla de un planeta de extremos. El año 2020 se zanjó como el más cálido desde que tenemos registros. Y el 2021 ha empezado con un frente de nieve y frío que ha puesto en jaque a gran parte de la España peninsular. Se trata de dos caras de la misma moneda. La temperatur­a media del globo aumenta año tras año y los fenómenos meteorológ­icos extremos aumentan su intensidad y frecuencia. Mientras, la eterna discusión con aquellos que ven en la nieve una negación al calentamie­nto global entorpece el debate sobre qué deberíamos hacer para cambiar de rumbo.

«No podemos decir que la borrasca Filomena de este año o el temporal Gloria del año pasado son fruto directo del cambio climático. Pero sí que el calentamie­nto global aumenta la probabilid­ad de que estos fenómenos extremos ocurran», explica Francisco J. Doblas-Reyes, experto en prediccion­es climáticas y director del departamen­to de Ciencias de la Tierra del Barcelona Supercompu­ting Center (BSC-CNS). «Creer en los efectos del cambio climático no es una cuestión de fe. Solo hace falta mirar los datos de los últimos 150 años para ver que hay algo que no va», añade el experto.

La teoría es clara al respecto. Cuanto más calor impregne la atmósfera, mayor será el combustibl­e que desencaden­e un extenso abanico de fenómenos meteorológ­icos extremos; desde violentas tormentas hasta feroces sequías. Hace ya décadas que datos, modelos y prediccion­es indican que este es el futuro hacia el que nos dirigimos. Y que la región mediterrán­ea será una de las más afectadas del mundo por la crisis climática.

«Los meteorólog­os llevaban una semana alertando del immentas de la nevada de Filomena. Aun así, para cuando llegó nada estaba preparado. Con la crisis climática está pasando lo mismo. Hace décadas que los científico­s alertan de su gravedad y nadie está haciendo nada. Solo nos daremos cuenta cuando sea demasiado tarde», reflexiona Doblas-Reyes.

Los últimos glaciares Filomena tiñó de blanco gran parte del país. Las península quedó teñida por la nieve tras más de 30 horas de intensas precipitac­iones, que dejaron alrededor de 50 litros por metro cuadrado. Madrid quedó colapsada por la mayor nevada del siglo; mientras en el Delta del Ebro las torvolvían a borrar la línea de costa. Pero ni siquiera esta impresiona­nte nevada ha logrado subsanar la huella del calentamie­nto global sobre el territorio.

«Filomena ha traído nieve a cotas muy bajas, pero en el Pirineo central sigue habiendo menos nieve que un año promedio», señala Juan Ignacio López Moreno, investigad­or del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC).

Los estudios sobre el terreno muestran que en las últimas décadas la nieve ha sufrido un importante descenso en España. Sobre todo en otoño y primavera, cuando su deshielo se adelanta. Pero más allá de este indicador volátil, los expertos señalan a los glaciares para entender la magnitud real del problema.

Los glaciares españoles están en peligro de extinción. Desde el año 1985 hasta ahora, España ha perdido la mitad de sus reservas de hielo. De los 39 glaciares que se contaban por aquel entonces, tan solo 19 siguen en pie. Sus perspectiv­as de futuro son todavía más preocupant­es. Cada año se pierde alrededor de un metro de grosor en los glaciares españoles; un 5% de su grosor total, que estaría alrededor de los 20 metros. Si el deshielo avanza como hasta ahora, en un puñado de años se empezará a fundir la capa de hielo forjada hace 2.000 años, cuando los romanos todavía andaban por estos lares. «Si seguimos así, en 20 años las reservas de hielo en España serán residuales», indica López Moreno. «El cambio climático no nos pide que nos fijemos en si un día hace calor y el otro frío. Pide que miremos más a largo plazo; a qué nos depara el futuro», añade el experto.

El futuro del planeta Mientras la crisis climática avanza, los berrinches negacionis­tas siguen impregnand­o el debate público. Xuksa Kramcsak-Muñoz, investigad­ora especializ­ada en el análisis del discurso ecologista, recuerda que el negacionis­mo también es el reflejo de una visión política. Y que, a pesar de todo, la ciencia no se escapa de la crisis de confianza institucio­nal. La lucha contra estas ideas, argumenta la experta, pasa por replantear­nos e incluir cuestiones como la educación ambiental, la conciencia ecológipac­to

«Los científico­s

alertan de la crisis climática y nadie está haciendo nada»

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