Rompiendo barreras
KAMALA HARRIS VICEPRESIDENTA. 56 AÑOS
Kamala Harris se ha pasado la vida superando expectativas, rompiendo barreras y dando sentido al devaluado sueño americano, una conjugación de factores que han hecho de ella una historia redonda, un símbolo poderoso para los tiempos que corren.
Como su país, Harris es una ensaladera de identidades, hija de un economista jamaicano y una investigadora médica tamil, ambos inmigrantes de primera generación. Mestiza como Obama, hizo suya la cultura afroamericana y se casó con un abogado blanco con dos hijas blancas que también hizo suyas. Pasó los veranos con sus abuelos en la India y vivió una temporada en Canadá con su madre y su hermana (reputada activista de derechos humanos). Ahora está a punto de convertirse en la primera mujer vicepresidenta de Estados Unidos, la primera negra, la primera de origen asiático.
Detrás hay una fiscal ambiciosa que tuvo que hacer equilibrios para sobrevivir en un mundo de pistolas y comisarios, lo que ha dejado un historial con claroscuros y una personalidad política más moderada que su retórica. Harris fue fiscal de San Francisco y fiscal general de California, cargos que tampoco había ocupado nunca una mujer. Pero se formó en Howard, una de las cunas de la intelectualidad negra en Washington, donde se tejen las grandes carreras políticas.
En 2017 volvió a la capital convertida ya en senadora. No tardó mucho en ganarse una reputación como interrogadora inquisitiva, que combinó con el historial de voto más progresista de la cámara. Sin esperar, apuntó a la Casa Blanca, pero su indefinición política y su inconsistencia como candidata truncaron su campaña a la presidencia. Son los mismos desafíos que tiene que afrontar ahora. Se juega mucho, dados los 78 años de Biden. Medio país la va a analizar como si analizara a la futura presidenta.