El Periódico Extremadura

Trump se acerca al final de su mandato atrinchera­do

La Casa Blanca es un páramo tras la deserción de los asesores del presidente El dirigente está taciturno y su entorno cree que el traspaso es «traumático»

- RICARDO MIR DE FRANCIA epextremad­ura@elperiodic­o.com

Durante cuatro años el mundo siempre supo cómo se sentía el hombre más poderoso del mundo. Con un indudable talento para ser el centro de la atención, Donald Trump telegrafió permanente­mente sus estados de ánimo irrumpiend­o sin previo aviso en sus programas de televisión favoritos, tuiteando a todas horas, atendiendo a la prensa antes de subirse al helicópter­o o ventilando sus obsesiones a una camarilla de amigos que no tardarían en filtrarlas a los medios. Pero eso fue antes del grand finale de su explosivo reality show, ese asalto al Capitolio de sus seguidores que le ha dejado sin voz en las redes sociales, abandonado por un sector creciente de su partido, repudiado por sus socios empresaria­les y a punto de ser juzgado por segunda vez en el Congreso.

Hace días que los camiones de la mudanza pululan por la Casa Blanca, convertida en un páramo desolado a tres días del relevo presidenci­al. Nueve de cada diez asesores ya han puesto tierra de por medio, según Axios. El asesor económico Larry Kudlow se despidió entre los aplausos de su equipo, mientras el secretario de Comercio, Peter Navarro, se marchaba llevando consigo un retrato en el que Trump lanza una mirada intimidato­ria al presidente chino. «Está siendo muy traumático», le ha dicho al The Wall Street Journal uno de los asesores de la Casa Blanca.

Se dice que el presidente está enfadado y resentido, taciturno y arrepentid­o por el cariz que adoptaron los acontecimi­entos horas después de que incitara a sus seguidores a marchar hasta el Capitolio aquel fatídico 6 de enero. Aunque Trump prometió acompañarl­es, siguió el ataque contra el Congreso pegado a la televisión, completame­nte absorto en las imágenes y paralizado durante horas, mientras los líderes de su partido llamaban a Ivanka Trump o Jared Kushner para suplicarle­s que intercedie­ran ante el presidente para parar aquella locura. Tardó nada menos que seis horas en pedir a los suyos que se fueran a casa «en paz».

«Le costó un rato comprender la gravedad de la situación», dijo dicho el senador Lindsey Graham. «El presidente veía a aquella gente como aliados en su camino, que compartían la idea del robo de las elecciones». Desde entonces todo se ha venido abajo como un castillo de naipes. Sus asesores le recomendar­on que pasara los últimos días de su presidenci­a viajando por el país para realzar los logros de su mandato, pero con la excepción de un viaje a Texas para hablar del muro, Trump ha permanecid­o encerrado en su castillo como una princesa despechada. Crecientem­ente preocupado por las advertenci­as de sus abogados respecto al futuro de su emporio empresaria­l y las amenazan legales que se ciernen sobre su pospreside­ncia.

Pero también con ganas de re

El republican­o planea una cascada de indultos que podría incluirle a él mismo

vancha. Después de que una decena de republican­os respaldara­n este segundo impeachmen­t para juzgarle políticame­nte por «incitación a la insurrecci­ón», tomó nota de sus nombres, quiso saber si alguna vez les hizo un favor y preguntó a sus asesores si habían pensado ya qué candidatos podrían disputarle­s el escaño en las próximas elecciones, según CNN.

Desde su entorno se dice que Trump no se marchará de la Casa Blanca hasta mañana por la mañana, horas antes de que Joe Biden tome posesión de la presidenci­a en una ceremonia sin apenas público en las escaleras del Congreso, completame­nte blindado ante la amenaza de que el trumpismo repita los altercados de hace casi dos semanas. El republican­o ya ha dicho que no asistirá a la investidur­a y ni siquiera se ha comprometi­do a redactar una carta de despedida para su sucesor, como es protocolar­io.

Todo el debate parece centrarse ahora en las medidas de gracia que prepara a modo de despedida: un centenar de indultos y conmutacio­nes de penas, según varias fuentes. Trump está explorando la posibilida­d de blindarse legal

mente a sí mismo y a su familia, pero la decisión definitiva es todavía un misterio. En estos años no le ha temblado la mano para perdonar a su círculo más cercano que, como en las mejores familias mafiosas, ha acabado en la cárcel. Desde Paul Manafort a Michael Flynn, Roger Stone o Charles Kushner, el padre de su yerno. No se descarta ahora que haga lo propio con Steve Bannon, el gran ideólogo del trumpismo.

Tras abandonar Washington, Trump se instalará en su residencia de Mar-A-Lago en Florida.

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Preparativ­os del ensayo general para la ceremonia de mañana.
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