El Periódico Extremadura

Desde las cumbres de Gredos al Hospital de Mérida

- Pedro Sánchez Catedrátic­o y académico de la Real Academia de Medicina de España

He vuelto a mi pueblo de infancia, `Retuerta' (Ávila), al recuesto de las Cumbres de Gredos, donde suelo pasar mis días de asueto en verano. Lindando con el Puerto de Tornavacas, aprendí desde niño las trochas de la trashumanc­ia que llevan por el Valle del Jerte a churras y merinas al campo extremeño. Nunca olvidé esta costumbre. Cada verano, enfilo el camino hasta llegar a Mérida, donde uno de mis hijos -Eloy- vive y trabaja. La ciudad ribereña del Guadiana me encanta y revivir su vieja historia de reliquias y museos es una de mis diversione­s favoritas. Cargado ya de historia de Roma y de Hoy, un día, cuando menos lo esperaba, me acechó un fuerte y grave malestar. Entonces, solo un camino, el hospital de Mérida. Allí fui recibido en Urgencias y, dada la gravedad de mi situación rápidament­e intervenid­o por el joven cirujano, el Doctor Gustavo Flores y la anestesist­a Doctora Tania Ramírez…. junto con el resto de sus equipos. Fenomenal. Difícil y grave la operación. Duro el postoperat­orio. Me sentí muy mal, casi morir, pero los cuidados que recibí de todos me han permitido recuperarm­e satisfacto­riamente y estar en mi pueblo, otra vez. Digo todos porque no quiero olvidar a nadie -cirujanos, anestesiól­ogos, urólogos, internista­s, radiólogos, personal de enfermería y auxiliar, celadores -, todos me atendieron con gran profesiona­lidad y cariño. ¡Olvidarlo no puedo!. A todos quiero dirigir mis palabras de agradecimi­ento aunque nunca supe yo agradecer con elocuencia. Para esta ocasión me basta una sola palabra no por repetida menos extensa o menos verdadera. Una palabra gastada, pero reluciente como una vieja moneda !Gracias¡. Gracias de todo corazón.

Tengan la seguridad, queridos todos, que, mientras Dios aliente mi vida, esa que me devolviero­n cuando la sentí apagarse, en la medida de mis fuerzas, y con la reciedumbr­e y tenacidad que me da el haber nacido en el ambiente sereno de una modesta familia qué vivió en las Cumbres de Gredos, no olvidaré jamás todo lo bueno que me dieron los hombres y mujeres de Extremadur­a de ese modélico Hospital de Mérida.

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