Incoherencia culpable
Suena la caravana protesta de los autónomos y restauradores cacereños, sin trabajo ya todo este año 2021 que tan breve ha sido y tan largo es. Cláxones que son gritos desesperados de personas indefensas a las que se impide trabajar y solo se ofrece ayudas improbables y humillantes. Lanzan al sordo aire su rabia para que acabe este despropósito que cierra locales a dedo, arrasa terrazas, entierra las inversiones y el esfuerzo de sus vidas, la vida misma de esta ciudad desolada.
En Navidades se reunieron familias. Esas familias hoy culpabilizadas y que solo obedecían protocolos. Mis hijas, por ejemplo, vinieron. Bajaron del abarrotado autobús asustadas e indignadas. Dos horas de viaje sin ventilar, sin distancia de seguridad, sin explicaciones. Dos mascarillas y sin hablar. El plan de Navidad fue un fracaso entre otras cosas porque se restringieron las reuniones, pero los transportes hicieron de su capa un sayo. Simón culpó a la ciudadanía sin excusatio non petita siquiera y ahora que sigue lo malo, con palos de ciego y una campaña de vacunación desastrosa, dicen proteger a su manera arbitraria. Y para restringir la movilidad, se llenan autobuses escolares que van de pueblo a pueblo y se castiga a inocentes. Grandes superficies abiertas y el pequeño comercio cerrado. Establecimientos que arreglan uñas abiertos al lado mismo del que no puede vender sus guantes. Bazares multiproductos abiertos junto a Rosso cerrado. Y las floristerías funcionando, una primera necesidad sorprendente aunque simbólica.
Una cuestiona los cierres, pero Illa cerró Madrid con una incidencia mucho menor de la que ahora padece toda España, -la paciencia tiene un límite- nos dijo. Y ahora, un gobierno triunfalista y fracasado descarga el peso del fracaso en las comunidades y les aconseja despectivo: ¡apañaos con lo que tenéis! después de pasear bajo palio la vacuna a la que le había puesto su apellido. Una pura incoherencia todo. Y no es la menor a los ojos de esta torpe impertinente que el ministro del caos sea favorito en toda esa turbia maniobra catalana.
Illa cerró Madrid con una incidencia mucho menor de la que ahora padece toda España