«Algunas compañeras lo están pasando muy mal»
KARLA CHAVARRÍA Portavoz Asoc. de Personas Trabajadoras del Hogar de Extremadura
No ha dejado de trabajar en ningún momento de la pandemia. El confinamiento lo pasó junto a la mujer a la que cuida, que padece alzhéimer. «Solo iba a mi casa, que está muy cerca de donde trabajo, y a comprar. Mi grupo burbuja eran mi hija, que tampoco salía, la señora a la que atiendo y la compañera que venía los fines de semana a sustituirme», explica Karla Chavarría portavoz de la Asociación de Personas Trabajadoras del Hogar de Extremadura. En su caso incide en que «gracias a dios, de mis condiciones laborales y del trato que me dan no tengo queja. Me tienen en mucha consideración y hay mucha confianza en mí», pero apostilla también que la suya no es ni mucho menos una situación generalizada entre todas sus compañeras, para muchas de las cuales la pandemia ha supuesto la pérdida del empleo. «Hay chicas que han tenido que dejar su piso porque no lo pueden pagar e irse a vivir varias juntas a una misma habitación. Hay gente que lo está pasando muy mal».
Chavarría resalta que para las trabajadoras del hogar que además son inmigrantes la precariedad es doble. «Si fallece la persona a la que se cuida o si hay un despido porque los padres o los familiares deciden teletrabajar y hacerse cargo ellos, nosotros nos quedamos sin nada y al ser migrantes se agrava la situación. Aquí no nos puede acoger un padre, una hermana,… Además, nosotros sostenemos el hogar que tenemos allá y el que hemos formado aquí. Nuestra realidad es mucho más complicada».
Ella llegó hace algo más de cuatro años a España huyendo de la inseguridad y el peligro de su país natal, Honduras, donde fue empleada bancaria, corredora de seguros y funcionaria pública. En este país centroamericano le quedan otros dos hijos, a los que quería visitar en la Semana Santa pasada. «Iba a cumplir el sueño de volver para ver a la familia, pero me quedé con los billetes ya comprados y es algo que no se va a poder realizar hasta que no se normalice la situación», asume.
«Mis hijos se han graduado de bachillerato, les he podido comprar un coche y, si enferman, allí que no hay sanidad, pueden ir a un médico privado», detalla. Con uno de ellos ya en la universidad, ahora cada mes envía a su familia en Honduras aproximadamente la mitad del salario que gana.
En febrero empezará a preparar la prueba para obtener la nacionalidad. España, asegura, «es un país muy generoso para alguien que viene con ganas de trabajar», aunque se muestra critica con la ley de extranjería, que considera que está «obsoleta» y que tiene efectos especialmente perniciosos para las empleadas en este sector. «A una chica que llega, que puede ser útil, productiva, la ley le obliga a estar tres años bajo economía sumergida, porque es que además no puede recibir ayudas. Eso da pie a que podamos ser objeto de todo tipo de explotaciones y abusos», lamenta.
«La ley de extranjería obliga a estar tres años bajo economía sumergida. Eso da pie a que podamos ser objeto de todo tipo de abusos»