Cortijo de señoritos
Nada mejorará mientras necesitemos que otros gobiernen nuestra voluntad
Todos, para bien o para mal, hemos escuchado o dicho alguna vez esto sobre nuestro territorio. Y es que, hay decisiones fruto de la pandemia que, inevitablemente, te retrotraen a la gran película de Mario Camus, Los santos inocentes (1984), basada en la novela homónima de Miguel Delibes (1981).
Es tal es grado de incoherencia general que llevamos soportando, que cualquier decisión sobre el papel en los despachos es susceptible de convertirse en trampa en la práctica, en cuestión de horas. Así, si el cierre perimetral de municipios de más de tres mil habitantes en nuestra región, por ejemplo, se abre para cazadores y deportistas que practiquen su deporte de forma individual, rápidamente nos ponemos manos a la obra para hallar una vía que nos permita transgredir el límite a toda costa. Más, cuando es un hecho que estas normas son imposibles de cumplirse, básicamente porque no existen suficientes agentes del medio para hacer frente al control de las acciones, legales o no, de cada individuo.
Demostrado ha quedado en Plasencia donde, gracias a la intervención ciudadana, pudieron desalojar una fiesta universitaria, cuyos miembros festejaban el fin de los exámenes y, por ello, fueron propuestos para una doble sanción económica que, en la mayoría de los casos, seguramente, hagan efectiva los padres. Tal vez la ley debería de barajar un castigo diferente, que solo pudieran pagar ellos directamente, a través de trabajos a la comunidad debidamente supervisados, como la limpieza, acompañamiento, etc.,
en espacios con enfermos Covid.
Todo, porque a estos doce señoritos egoístas (y otros como ellos) les da igual el resto del mundo y lo que en él está pasando y se niegan a cambiar sus hábitos por el bien común, celebrando lo que toca (novatadas, Navidades, fin de exámenes…) como siempre, carentes de cualquier atisbo de empatía social, inadaptados al cambio mundial que estamos padeciendo.
Acciones como estas son las que agravan lo que la O.M.S. ha venido a denominar fatiga pandémica, que ya padece más de la mitad de la población.
Nada mejorará mientras necesitemos que otros gobiernen nuestra voluntad a golpe de ley o les atribuyamos lo que corresponde exclusivamente a nuestra responsabilidad individual. Más aún, cuando su propio ejemplo está dejando tanto que desear. Tal vez sea este el problema.