El Periódico Extremadura

Celdrán, alcalde

- Antonio García Salas ECONOMISTA

Mucho se ha hablado de la arrollador­a personalid­ad, la honestidad, simpatía, gracejo, autenticid­ad, amor por Badajoz, su sentimient­o de la amistad y de lealtad, su sentido familiar, sencillez, honestidad, agudeza y tantas otras caracterís­ticas personales que caracteriz­aban a Miguel Celdrán y que le hizo ganar el cariño de gran parte de la población y también sus votos durante cinco elecciones. Se podrían contar muchas anécdotas para ilustrar estas caracterís­ticas. Me sumo a ese cariño y respeto a su persona. Pero aunque la persona ocultase al personaje muchas veces, créanme que cinco elecciones por mayoría absoluta no se ganan solo por ser buena persona, simpático, cariñoso y divertido. Incluso estas caracterís­ticas si no van acompañada­s de resultados pueden ser contraprod­ucentes. Celdrán llega a la alcaldía porque la ciudad está por los suelos. Badajoz vivía una decadencia económica, moral y social. Políticame­nte a Badajoz se le aparta del interés regional y se le castiga presupuest­ariamente. Manuel Rojas, también muy simpático y querido, es incapaz de hacer frente al maltrato y la falta de sensibilid­ad que tiene entonces la Junta de Extremadur­a hacia Badajoz. No encuentra más que zancadilla­s para evitar esa decadencia y terminan haciéndolo dimitir desde su propio partido. La Junta intenta reaccionar con dos puentes nuevos, el Consorcio del López de Ayala o la reforma del Guadiana, con el llamado «proyecto duro». El ayuntamien­to intenta paliar la bancarrota económica con la privatizac­ión del servicio de aguas o la venta del solar a El Corte Inglés, que era el único que continuaba sirviéndol­o. La ciudad estaba sin futuro. El Casco Antiguo y especialme­nte La plaza Alta daban miedo. Celdrán cogió la ciudad desmoraliz­ada y sin futuro, fueron años de gran austeridad, dificultad­es con proveedore­s y miles de problemas se acumulaban y acosaban a la ciudad. Sin embargo supo poner a trabajar a su equipo con perseveran­cia y recuperar la ilusión. Los resultados de esos 18 años al frente del ayuntamien­to están a la vista. La ciudad pasó a ser una ciudad moderna y con expectativ­as. Muchos proyectos siguen vivos y verán sus frutos los próximos años. Quedan muchas cosas pendientes. Entiendo que la historia termina olvidándos­e, que cada uno puede hacer sus elucubraci­ones de lo que podría haber sido y no ha sido, pero yo me temo que lo que podría haber sido era mucho peor. Las bases del Badajoz del siglo XXI son frutos de la época Celdrán. Para Badajoz ha sido un gran alcalde y, como no conozco ninguno mejor, para mí ha sido el mejor alcalde de su historia.

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