Los demócratas desmontan que el juicio a Trump sea inconstitucional
Todo apunta a que el b dirigente será exonerado con el apoyo de su partido Los abogados del b expresidente afirman que el Senado carece de jurisdicción
El segundo impeachment contra Donald Trump se abrió ayer en Washington bajo unas extraordinarias medidas de seguridad, poco más de un mes después de que cientos de seguidores del entonces presidente asaltaran el Capitolio para tratar de impedir que el Congreso rubricara su derrota electoral en noviembre. Nunca antes un presidente había sido juzgado políticamente en dos ocasiones ni se había enfrentado a semejante trance tras abandonar la Casa Blanca. Este último punto ocupó la primera jornada del proceso en el Senado, donde se debatió si es o no constitucional juzgar a un expresidente. Pese al interés que el proceso suscita en la capital, todo apunta a que Trump volverá a ser exonerado con el apoyo mayoritario de los senadores de su partido.
Lejos quedan las condenas del liderazgo republicano al comportamiento de su líder, al que muchos de ellos responsabilizaron de incitar el brutal ataque contra la sede de la soberanía popular estadounidense, saldado con cinco muertos. Los abogados de Trump esgrimen que el proceso es inconstitucional porque el Senado carecería de jurisdicción para juzgar a un presidente después de que haya abandonado el cargo, un argumento con el que pretenden desestimar el caso antes incluso de que la acusación pueda presentar sus pruebas para tratar de condenarlo por «incitación a la insurrección». Esa teoría ya la avalaron hace unas semanas 45 de los 50 senadores republicanos, un conveniente subterfugio para no tener que pronunciarse sobre la campaña de Trump para desacreditar la democracia, subvertir el resultado de las elecciones e impedir la transferencia pacífica del poder.
Esos argumentos fueron refutados con fuerza por los abogados demócratas. El diputado Jamie Raskin, que lidera al equipo de letrados de la acusación, recordó que el asalto al Capitolio se produjo el 6 de enero, cuando Trump era todavía presidente, por lo que desestimar el caso siguiendo semejante premisa equivaldría a crear la «excepción de enero» en la Constitución, un vacío en la rendición de cuentas. «Es una invitación al presidente para que haga lo que quiera cuando enfila la puerta de salida», añadió.
Los demócratas no tardaron en mostrar un extenso vídeo con la reconstrucción de los hechos del 6 de enero. Un silencio sepulcral se apoderó de la sala a medida que la violencia y el dramatismo de aquel día desfilaba por la pantalla, puntuado por las palabras de Trump pidiendo a los suyos «luchar a muerte» por su presidencia marchando hasta el Capitolio para «frenar el robo» de las elecciones. O sus tuits posteriores, en los que justificó las acciones de los asaltantes, describiéndolos como «patriotas» o lanzándoles un «os queremos».
«El presidente de EEUU se puso de lado de los insurreccionistas», dijo el abogado David Cicillini. Pero el momento de mayor voltaje emocional se produjo cuando Raskin se recreó en las emociones de aquel día, en los golpes contra las puertas de los asaltantes, en el pánico de los legisladores escondidos tras sus pupitres o en los mensajes que enviaron a sus familiares. «Hubo gente que murió aquel día», clamó. «Este no puede ser nuestro futuro». Mucho menos convincente fue la defensa planteada por los abogados de Trump, que presentaron el juicio como un caza de brujas política que solo ahondaría la división social en el país.