Sierte muertos por hora
Se cumple el primer aniversario de la primera víctima de covid en nuestro país, una lista que alcanza ya las casi 65.000 personas
Este sábado se cumplió un año del primer muerto en España por coronavirus. Fue un vecino de 69 años de edad de la población valenciana de l'Eliana que había viajado a Nepal. Falleció por una neumonía bilateral cuyo rápido empeoramiento hizo sospechar al personal médico del hospital Arnau de Vilanova de Valencia. Veinte días después, y guardadas las oportunas muestras, se confirmó el positivo pasando a encabezar esta macabra lista.
El próximo 11 de marzo, dentro de un mes casi, se cumplirá un año de la primera muerte por este fatídico virus en Extremadura. Fue hace ahora once meses cuando una vecina de Arroyo de la Luz, de 59 años y con problemas cardíacos previos, falleció en el Hospital San Pedro de Alcántara de Cáceres después de contagiarse en una excursión a Sevilla.
En todo este tiempo han muerto 64.747 españoles por covid (1.637 en Extremadura) o lo que es lo mismo 5.395 al mes, 179 al día o 7 a la hora. ¿Alguien puede concebir semejante esperpento? ¿Alguien puede ser consciente de la cantidad de víctimas que llevamos puestas encima de la mesa? ¿Alguna persona, sobre todo esas de las que andan con remilgos sobre las libertades o negacionismos sobre la mortalidad del virus, se ha parado a pensar y mirar atrás?
Sinceramente creo que no. La mayoría de nosotros hemos dejado de ver personas y hemos empezado a mirar números. Y así vamos hace meses, como mecanismo de defensa o egoísmo puro, sin reparar en personas, en vidas truncadas, en sufrimientos familiares, despedidas o adioses fugaces. Otro, otro, otro, otro y así hasta 64.747, una cola de muerte interminable. Hemos hecho normal lo terrible, hemos aceptado como habitual que cada día aparezca un tipo en televisión cantando muertos y doblegando curvas, hablando de víctimas como si no tuviera identidad ni historia.
La vida de prisas nos lleva a desatender lo ajeno. Y muchas personas se refugian en su círculo más íntimo, en la técnica del avestruz de que lo malo siempre le ocurre a los demás y así jamás se logra empatizar con lo que hay ahí fuera, con esta guerra frente a lo invisible donde hay muchos héroes, pero también demasiados villanos.
¿Cómo algunos pueden entender que en esta lucha hay intereses? ¿Cómo hay gente que piensa que en este combate también caben ideologías, clases sociales u oportunismo político? Evidentemente hemos fracasado como sociedad, no hemos concebido este desastre colectivo como algo que nos concierne a todos por igual, no ya como extremeños o como españoles, sino como seres humanos. Es que hemos llegado a plantear la tarea contra el virus como una mera competición entre territorios, como países primero y como comunidades después. ¿Pero alguno piensa que esto es una liga? Si estamos hablando de muertos y de toda clase, edad y condición.
La de abuelos y abuelas que se ha llevado por delante esta pandemia. Por desconocimiento o tener que enfrentarnos a algo imposible de combatir sin armas, en este caso vacunas, sí, pero por irresponsabilidad también. Porque a muchos no les ha importado un bledo correr riesgos innecesarios que luego han multiplicado los contagios hasta dar con alguien que llevarse al cementerio, por regla general mayor aunque no tiene por qué, en la lista de la muerte hay niños y jóvenes por doquier.
Ahora que parece doblegarse la curva, que baja la incidencia a la vez que suben las altas hospitalarias y aumenta el ritmo de vacunación no deberíamos bajar la guardia. Merece la pena hacer un punto de inflexión y mirar atrás, ver de qué manera hemos llegado hasta aquí y no olvidar que no estamos hablando de números o de cifras sino de gente corriente que un día, sin saber por qué, se quedaron en el camino.
¿Esas personas que
andan con remilgos se ha parado a pensar y mirar para atrás a marzo de 2019?
Hemos aceptado como
habitual que cada día aparezca un tipo en televisión cantando muertos