Cuando Cupido lanza balas
La fiesta de los enamorados también se cuenta por grandes tragedias, como la matanza del Día de San Valentín ordenada por Al Capone en 1929 o el asesinato de una modelo a manos de su novio, el atleta Oscar Pistorius, en 2013.
Alas 10.30 de la mañana del 14 de febrero de 1929, una banda de hampones a sueldo de Al Capone y dirigidos por Jack Machine Gun McGurn, logró que siete miembros del clan mafioso de Bugs Moran, a quien Capone había declarado la guerra por el millonario negocio del alcohol en plena Ley Seca estadounidense, se reunieran en un garaje de North Clark Street, en Chicago. Al cabo de unos minutos, dos hombres uniformados de policía a bordo de un coche robado irrumpieron en el garaje y les ordenaron colocarse cara a la pared con las manos en la nuca. A los falsos agentes se sumaron dos hombres más. En menos de lo que se tarda en apurar un trago de bourbon de contrabando, dos escopetas y dos metralletas Thomson comenzaron a escupir proyectiles hasta convertir el suelo del local en una alfombra roja tejida con amasijos de carne, sesos esparcidos y la sangre a borbotones de los siete miembros de la banda de North Side. Los hombres de Capone abandonaron el garaje, subieron a un coche y se perdieron entre las vaporosas calles de Chicago. Entre los restos humanos desfigurados por las balas se hallaron 70 casquillos y ninguna tarjeta por el Día de San Valentín. Aquella mañana, Cupido había cambiado las flechas por munición del calibre 45.
Entre cajas rojas de bombones, ramos de flores, declaraciones de amor, gatillazos y polvos del siglo, el día de los enamorados atesora también una leyenda negra y sangrienta, desde la matanza de Chicago al asesinato de la modelo Reeva Steenkamp a manos del atleta sudafricano Oscar Pistorius o la muerte en el metro de Columbine (Colorado, EEUU) de dos adolescentes enamorados cosidos a balazos por un autor desconocido un año después de la famosa masacre del instituto. El último episodio, el más trágico, volvió a tener como escenario otra escuela de secundaria de EEUU, el Marjory Stoneman Douglas, en Parkland, 80 kilómetros al norte de Miami. Un estudiante de 19 años, Nikolas Cruz, armado con un fusil automático AR15, acabó con la vida de 17 personas un 14 de febrero de 2018.
Efluvios de alcohol ilegal
Volvamos a Chicago. A finales de la década de 1920, a las puertas de la Gran Depresión, el negocio era otro y se cocía entre efluvios de alcohol ilegal. A las órdenes de Johnny Torrio, Alphonso Gabriel Capone, Cara cortada, abandonó su Brooklyn natal entre 1919 y 1921 –la fecha no está clara– para refugiarse en Chicago tras cometer dos asesinatos en Nueva York y cuando estaban a punto de atribuirle un tercero. A fuerza de cubrir las espaldas de Torrio, Scarface fue subiendo puestos en el escalafón de la banda de Torrio y de un ilustre hampón calabrés asentado en Illinois de nombre James Big Jim Colosimo. En 1920, nada más imponerse la Ley Seca, Torrio se deshizo de Colosimo, cabeza visible de un imperio de burdeles pero contrario a contrabandear con bebidas de elevado octanaje. Muerto el de Calabria, Torrio se convirtió en capo del conocido como Chicago Outfit y Capone en su segundo. Con la ciudad repartida entre el Outfit y
la banda del North Side, se alcanzó una tregua provisional que se truncó con el intento de asesinato de Torrio por los del Norte. Corría 1925. Uno de los tres pistoleros que intentaron acabar con su vida se llamaba Bugs Moran, al que se le encasquilló el arma cuando iba a dar el tiro de gracia al jefe de la familia rival. Torrio acabó recuperándose, pero, seguro de no sobrevivir a otro ataque, regresó a Italia y dejó el negocio en manos del gánster más famoso de la historia. Para Capone solo era cuestión de esperar.
Entre 1926 y 1929 se desencadena una brutal guerra entre clanes mafiosos que incluye varios intentos de asesinato contra Al Capone, incluidas un par de escaramuzas del siciliano John Aiello. De todos salió indemne. Pero si algo caracteriza a la mafia italiana es la paciencia. En vísperas de aquel Día de San Valentín de 1929, cuatro años después de que Bugs Moran apuntara su arma hacia la cabeza del entonces jefe de Capone, la banda de Moran recibe el chivatazo de que en las inmediaciones de un garaje de North Clarke Street estaba prevista la llegada de un importante cargamento de alcohol ilegal. Era una trampa. Capone se había asegurado la coartada volando a Florida, pero dejó a cargo a sus hombres, con Jack Machine Gun McGurn al frente de la operación. La intención era doble y ajena por completo al romanticismo de la fecha: acabar con Moran y saldar cuentas con miembros del Outfit que llevaban tiempo coqueteando con el enemigo. Sin flores ni cajas de bombones, quienes iban a convertirse en víctimas de una de las matanzas de gánsteres más inmortalizadas por el cine picaron el anzuelo y