Pan y vino
Decía el consejero de Sanidad en Extremadura, José María Vergeles, que no solo de pan vive el hombre y que con esto de la `fatiga pandémica' es hora ya de que nos demos una alegría. El debate estaba abierto desde que el martes se empezó a saber que la Junta de Extremadura iba a flexibilizar las medidas de control de los contagios, que en las últimas semanas habían causado un incremento muy preocupante de la presión hospitalaria y, lo que es peor, un trágico aumento de las muertes. No nos confinaron pero como si lo hubiesen hecho, porque las persianas estaban echadas, las calles vacías y los municipios cerrados perimetralmente. Se acabó la movilidad y se redujeron los contagios. Ese es el quid de la cuestión, por muy poco que sepamos aún de cómo actúa este bicho y de cómo se burla de nosotros, para encontrar una y otra vez la forma de esquivar las barreras que se le ponen.
Ha reabierto la hostería. Lo reclamaba el sector, hundido por esta crisis sanitaria y económica, en defensa de que no son sus locales donde se producen los contagios. Tampoco los del comercio. Volvemos al principio. La reapertura provoca movilidad. No hay más que ver las largas colas formadas a la entrada de algunas tiendas en la calle Menacho en cuanto anunciaron que abrían en horario reducido, para demostrar que nos da igual, que lo primero es lo primero, y lo primero ahora es devolver