Campanitas (III)
En la línea de lo prescrito por la `Carta de la Señorita Pepis para la invención del patrimonio cultural ficticio' y gracias a la iniciativa de varias asociaciones ciudadanas de esta sufrida población, con el respaldo de una de las concejalías de nuestro ilustrado ayuntamiento, se pretende hacer una réplica de la campana ya nombrada, cuyos fragmentos se custodian en el Museo Arqueológico, para colocarla en el lugar de la destrozada. O sea, en la cúspide de la torre de la Atalaya, rebautizada de Espantaperros. Es evidente que, erigida ésta en una de las cotas más altas de la plaza, era, antaño, un magnífico observatorio para divisar el urbano y dar aviso de cualquier peligro inminente o apercibir al vecindario de cualquier contingencia. En un cierto momento dejó de cumplir con su función y algún genio de cuantos aquí florecen –no debió ser ajeno a la corporación municipal- la retiró de forma expeditiva. No es que estorbaprender
se allí arriba, pero debía molestar. Y se la arrojó al vacío, destrozándola. Manos piadosas recogieron los trozos y los llevaron a donde ahora descansan.
Pues bien, alguien maquinó hacer una copia para colgarla en el lugar de la original. Ningún ser vivo de cuantos aquí habitan la ha visto en su sitio, ni ha oído su tañido. ¿A qué viene reinventarse una realidad desaparecida hace muchísimos años? La muda –supongoreproducción se pagará por suscripción popular y, si no alcanza, el Ayuntamiento abonará la diferencia. Quiere decirse que correrá con la parte del león. ¿No habrá mejor cosa en que gastarse el dinero? No acierto a comcasco qué súbito impulso vernáculo puede llevar a fabular una apariencia periclitada. Vuelvo a lo dicho. En vez de restaurar nuestro patrimonio, de tenerlo presentable, dispendiamos desfigurándolo, volviendolo a un estado ficticio. Estamos maltratando, con apoyo institucional, el de Badajoz, que es el que es, y creando una realidad paralela y dudosamente legal. No creo que alcancemos a este paso ser considerado Patrimonio Cultural de la Humanidad, pero estoy persuadido de que sí podríamos ser aceptados como sucursal de Eurodisney, ese mundo de fantasía. No hará falta ir a París. ¿Qué uso se le va a dar a la campanita?
¿A qué viene reinventarse una realidad desaparecida hace muchísimos años?