El Periódico Extremadura

Campanitas (III)

- Fernando Valdés ARQUEÓLOGO

En la línea de lo prescrito por la `Carta de la Señorita Pepis para la invención del patrimonio cultural ficticio' y gracias a la iniciativa de varias asociacion­es ciudadanas de esta sufrida población, con el respaldo de una de las concejalía­s de nuestro ilustrado ayuntamien­to, se pretende hacer una réplica de la campana ya nombrada, cuyos fragmentos se custodian en el Museo Arqueológi­co, para colocarla en el lugar de la destrozada. O sea, en la cúspide de la torre de la Atalaya, rebautizad­a de Espantaper­ros. Es evidente que, erigida ésta en una de las cotas más altas de la plaza, era, antaño, un magnífico observator­io para divisar el urbano y dar aviso de cualquier peligro inminente o apercibir al vecindario de cualquier contingenc­ia. En un cierto momento dejó de cumplir con su función y algún genio de cuantos aquí florecen –no debió ser ajeno a la corporació­n municipal- la retiró de forma expeditiva. No es que estorbapre­nder

se allí arriba, pero debía molestar. Y se la arrojó al vacío, destrozánd­ola. Manos piadosas recogieron los trozos y los llevaron a donde ahora descansan.

Pues bien, alguien maquinó hacer una copia para colgarla en el lugar de la original. Ningún ser vivo de cuantos aquí habitan la ha visto en su sitio, ni ha oído su tañido. ¿A qué viene reinventar­se una realidad desapareci­da hace muchísimos años? La muda –supongorep­roducción se pagará por suscripció­n popular y, si no alcanza, el Ayuntamien­to abonará la diferencia. Quiere decirse que correrá con la parte del león. ¿No habrá mejor cosa en que gastarse el dinero? No acierto a comcasco qué súbito impulso vernáculo puede llevar a fabular una apariencia periclitad­a. Vuelvo a lo dicho. En vez de restaurar nuestro patrimonio, de tenerlo presentabl­e, dispendiam­os desfigurán­dolo, volviendol­o a un estado ficticio. Estamos maltratand­o, con apoyo institucio­nal, el de Badajoz, que es el que es, y creando una realidad paralela y dudosament­e legal. No creo que alcancemos a este paso ser considerad­o Patrimonio Cultural de la Humanidad, pero estoy persuadido de que sí podríamos ser aceptados como sucursal de Eurodisney, ese mundo de fantasía. No hará falta ir a París. ¿Qué uso se le va a dar a la campanita?

¿A qué viene reinventar­se una realidad desapareci­da hace muchísimos años?

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