¿Qué hacemos con el futuro de Cáceres?
Economistas afirman que la ciudad precisa un modelo de desarrollo que diversifique actividades
Mina no y mina sí. Turismo sí pero hasta un cierto punto que no aliente la `gentrificación'. Fotovoltaicas también pero ojo con el informe de los científicos del CSIC que advierte de la pérdida de biodiversidad en estos campos. Aeródromo sí pero nunca parece haber un sitio bueno. Cáceres lleva años generando luchas y plataformas ante cada proyecto, mientras las cifras revelan que la ciudad se pierde en los debates, a la vez que pierde su futuro. Expertos en economía consultados por este diario aseguran que Cáceres necesita crear un modelo de desarrollo a largo plazo que deje claro a dónde quiere ir la ciudad, para empezar a canalizar recursos, inversiones y esfuerzos en una misma dirección, sin más bandazos ni polémicas.
No es fácil, pero es posible. Y no es fácil porque, según los economistas, el diseño de ese modelo obliga a superar dos trabas que ahora están omnipresentes. Primero, los políticos deben dejar de pensar exclusivamente en su legislatura a cuatro años y actuar con más generosidad hacia la sociedad, porque las estrategias de desarrollo son mucho más extensas. Segundo, dichos modelos deben ser trazados por numerosos agentes (empresas, investigadores, profesionales…), y nunca solo desde las administraciones públicas.
«Es evidente que Cáceres tiene que dotarse de un modelo de crecimiento con una visión a largo plazo. Debe diversificar su economía. Por supuesto que hay que aprovechar el turismo, pero la pandemia ha demostrado que las comunidades excesivamente volcadas en este sector están cayendo el doble. Es necesario apoyarse en distintos pilares», explica Julián Ramajo, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Extremadura.
Para ello, considera que «el Gobierno municipal, sea del partido que sea, debería contar con los agentes económicos y sociales, y con otras administraciones, a fin de trazar un modelo que exige dejar el cortoplacismo y mirar como mínimo a medio y largo plazo». De este modo se llevaría a cabo un análisis de diagnóstico DAFO (Debilidades, Amenazas, Fortalezas, Oportunidades), básico en economía, para diseñar la estrategia de una empresa o una ciudad. «Por ejemplo, en Cáceres tenemos un amplio sector público que afortunadamente es estable, y además una buena afluencia turística, pero más allá de eso hay que abrir las puertas a otros sectores muy necesarios», subraya.
Por ello, «cuando viene alguna oferta económica, no debe rechazarse en principio de plano. Primero hay que evaluar sus efectos en términos de generación de riqueza y de empleo. Segundo, hay que determinar cómo afectaría esa propuesta al principal motor de Cáceres, que es el turismo», detalla el catedrático. Por ejemplo, en el caso de la mina, puede percibirse como un perjuicio al medioambiente de una ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad. «Los turistas extranjeros, los que más dinero dejan (133 euros/día según el INE), rechazarían la existencia junto a la ciudad de una mina o una refinería, por tanto no sería una buena opción. Pero siempre hay que evaluar los proyectos antes de desecharlos», explica Julián Ramajo.
Porque Cáceres no puede dejar pasar las oportunidades factibles. «Si nos queremos convertir en el pulmón de Europa, faltarán salarios. La protección del medioambiente es compatible con ciertos proyectos. Tenemos que comer de la producción, no de la subvención, hay que producir y entender que Extremadura en general no vive del oxígeno, porque de ese modo seguiremos siempre ocupando el último puesto», matiza el catedrático, que durante sus décadas de ejercicio como economista no ha visto variar nunca esa gráfica que coloca a Extremadura a la cola de las comunidades. «Vamos mejorando en términos relativos, pero todavía no lo suficiente», lamenta.
Por tanto, «hay que dejarse de discusiones superfluas» y sentarse a diseñar ese modelo de crecimiento económico «compatible con los objetivos de desarrollo sostenible del siglo XXI», porque solo así, insiste el catedrático, se romperá esa sequía de proyectos que nunca desembarcan en la ciudad. «Las inversiones llegan a sitios donde saben que serán productivas, donde hay modelos claros de progreso».
Julián Ramajo recuerda que Cáceres ha ralentizado en exceso su crecimiento desde los años 80 y 90 «y no puede seguir perdiendo sus generaciones jóvenes, debe aprovechar sus potencialidades». Por ejemplo, apunta, la ciudad debería luchar desde hace años por tener lanzaderas directas de alta velocidad desde Madrid. «La distancia es menor y tiene mucho que ofrecer, convirtiéndose así en un centro logístico de pasajeros para toda Extremadura», plantea.
En la misma dirección se postula Ricardo Hernández Mogollón, catedrático de Economía Financiera y Contabilidad de la Universidad de Extremadura: «Es posible hacer una ciudad de progreso, pero hay que cambiar la ecuación de Cáceres, bastante conformista, y ponerse manos a la obra con una actitud positiva», afirma.
NADA DE DOGMAS / Sostiene que es «rotundamente necesario diseñar un modelo de desarrollo a largo plazo, no a corto, basado en la razón y el conocimiento, de ninguna forma en el dogma ni en la ideología». Un modelo que además ha de incluir un desarrollo endógeno (los recursos que tiene la ciudad para transformarlos en capacidades), y un desarrollo exógeno (atraer inversiones y talento de fuera). «El auténtico riesgo consiste en no hacer nada, porque vamos a la deriva, y por tanto seguirá aumentando la emigración de generaciones jóvenes, la pérdida de capital humano y las débiles expectativas de futuro», subraya Hernández Mogollón.
Respecto a cómo llevar adelante ese modelo, «es complicado pero se puede hacer, porque ya se ha hecho en otros lugares». Técnicamente requiere un trabajo específico con dos pasos. Primero, «un diagnóstico que responda a la pregunta ¿dónde estamos?, con datos económicos cuantitativos, empresariales, geográficos, sociológicos, históricos..., y con un panel de expertos que aporten datos cualitativos». Esta radiografía ubicaría el punto de partida desde el que hay que comenzar. A modo de ejemplo, «la tasa de emprendedores en el área de Cáceres es de un 4,1% sobre el total de la población de 18 a 64 años, la más baja de Extremadura. Hay que analizar por qué ocurre esto», plantea el catedrático.
Hecho el diagnóstico, el segundo paso sería el diseño de una estrategia de desarrollo que marcaría el rumbo hacia dónde quiere ir Cáceres. «Una estrategia que, desde mi punto de vista, debería contemplar el objetivo del pleno empleo», afirma Ricardo Hernández Mogollón
¿Y por qué actividades debe apostar la ciudad? «Nuestra zona de referencia es Europa y por tanto debemos seguir su tendencia, no podemos conformarnos con ser una ciudad de funcionarios o de producción de litio. Esto significa que nuestro modelo económico tiene que estar basado en la innovación, el conocimiento y la tecnología.
Las cifras revelan
que la ciudad se pierde en debates, a la vez que pierde el progreso
En primer lugar,
Cáceres necesita «un diagnóstico» para saber desde dónde partir
Permitiría ir más allá de una economía basada solo en los factores de producción», argumenta.
Pero además, la necesidad de diversificar la economía cacereña obliga a aumentar la presencia de la industria manufacturera hasta al menos el 20% del PIB y de los empleos en Cáceres, porque ahora mismo su peso es ínfimo. Este sector ofrece varias ventajas: «Salarios más altos durante todo el año y una creciente innovación que permite auténticos flujos de conocimiento». De hecho, Europa volverá a potenciar la industria, tras haber tenido que depender del exterior para respiradores, EPIs y simples mascarillas en la pandemia.
Este modelo, prosigue Hernández Mogollón, no solo es posible, «es necesario», y requiere una colaboración público-privada con actores clave que deben involucrarse desde el principio: «Empresas e industrias, especialmente las basadas en el conocimiento, expertos de la sociedad civil, el mundo educativo (FP y la UEx con todos sus institutos de investigación), entidades como la Factoría de Innovación, las administraciones y los partidos políticos», plantea el catedrático. En definitiva, una gran mesa de trabajo que aporte ideas y respete todas. «Un modelo de este tipo no puede imponerse, sino consensuarse de abajo arriba y convertirse en un compromiso para los partidos».
Y LAS ENERGÍAS... / Si Cáceres hace las cosas correctamente, «tendrá un buen futuro», pero necesita alinear su estrategia con los grandes cambios que se están produciendo en el mundo: mayor digitalización, cambios en el consumo, cambios demográficos y sobre todo el nuevo paradigma de la energía: renovables, hidrógeno… En este sentido, ya están en obras los primeros parques fotovoltaicos del municipio «y la ciudad albergará un centro de referencia de almacenamiento de energía renovable completamente estratégico (34,5 millones ya presupuestados por el Gobierno)», destaca Hernández Mogollón, quien por cierto advierte de que no puede cometerse el error «de no involucrar al sector empresarial en dicho centro desde el inicio, porque nacería de espaldas al mundo real».
La mina de litio, en cambio, no es una opción ventajosa según el catedrático. «No creo que sea el modelo económico», afirma. «Respetando todas las posiciones, se trata de una industria extractiva de materias primas cuyo valor añadido (baterías…) no recaerá en la ciudad, y de eso ya sabemos mucho los extremeños. Además, es una mina a cielo abierto que ocasionaría destrozos y riesgos, y conocemos la huella de las canteras que hay en la Sierra de La Mosca». El catedrático recuerda, eso sí, el principio de legalidad que obliga a las administraciones a cursar los tramites.