No es el momento
Avanzamos, con paso firme y decidido, hacia un modelo de ciudad moderna e inclusiva
Pilar, nombre ficticio, llevaba más de dos años sin poder salir de casa. Sus vecinos no querían pagar la derrama para la instalación del ascensor. Para ellos, simplemente, no era el momento. Alfonso, nombre ficticio también, podía salir de casa, le gustaba quedar para tomar una copa con sus amigos, pero no podía alejarse más de diez minutos ya que ningún establecimiento disponía de un aseo adaptado, en caso de necesidad. Los hosteleros de su ciudad no veían necesario habilitar un aseo adaptado. Simplemente, no era el momento.
Y es así, hay personas que se pasan la vida entera esperando a que sea el momento de abordar sus necesidades para ver respetados, eso que en el resto de los ámbitos nos parece intocable: sus derechos fundamentales. Personas invisibilizadas, que no invisibles, para la mayoría que corre atropellada a trabajar, a recoger a las niñas del colegio o no levanta la vista de un móvil que le bombardea a diario con la información que quiere escuchar y que le convierte en el centro del mundo convencido que lo que ocurre en su metro cuadrado es lo peor que le puede ocurrir a cualquiera.
Es una constante, siempre que se intenta avanzar en material de accesibilidad, de inclusión, al fin y al cabo, nunca es el momento. Por suerte, para todos nosotros, se han ido promoviendo leyes que han situado el respeto a los derechos de las personas con diversidad funcional en el apartado de lo inaplazable, de lo justo y de lo equitativo.
Actualmente estamos inmersos en la tormenta que supone el cumplimiento del Real Decreto Legislativo 1/2013, de 29 de noviembre que aprobaba el texto refundido de la Ley
General de derechos de las personas con discapacidad y su inclusión social que en su disposición adicional tercera recoge la «Exigibilidad de las condiciones básicas de accesibilidad y no discriminación». Si, han leído bien, condiciones básicas, es decir, lo mínimo para garantizar la ciudadanía plena de las personas con discapacidad, tal y como establece el texto legislativo. Una vez más, como era de esperar, no es el momento. A pesar de haber agotado todos los plazos y de haber estirado, hasta casi el punto de fractura, la paciencia de asociaciones y personas que están cansadas de escuchar que no, que ahora, tampoco es el momento.
En los últimos meses he oído afirmaciones que me resultan dolorosas: «si llevan 10 años esperando, pueden esperar algunos más» y es que, hay personas, para las que nunca es el momento de mirar al otro, a su vecino, a su vecina, desde una posición de equidad. Creo que, como sociedad, deberíamos pensar en qué posición nos deja esto y ser capaces de ver, con algo de perspectiva, cual es el modelo de
Hay personas para las que nunca es el momento de mirar al otro, a su vecino, a su vecina, desde una posición de equidad
ciudad al que aspiramos y si queremos dejar de ser la ciudad abierta, mestiza, respetuosa y acogedora que siempre hemos sido.
Avanzamos, con paso firme y decidido, hacia un modelo de ciudad moderna e inclusiva. Donde los espacios inviten a quedarse y al paseo tranquilo y seguro y no sólo al tránsito apresurado. Donde todas las vecinas y vecinos, sin excepción, puedan ejercer una ciudadanía plena, teniendo acceso a espacios y servicios con las adaptaciones necesarias. Aspiramos a ser la ciudad que acoja gran parte de ese turismo que, en este momento, no dispone de espacios adecuados para el disfrute de todas las personas y que nuestro impresionante patrimonio histórico, cultural, gastronómico y nuestra hospitalidad puedan sentirla todas esas personas a las que llevan toda una vida oyendo que no, que no es el momento.
Dice el profesor Ignacio Calderón en su libro `Educación, hándicap e inclusión' (editorial Octaedro) que «la realidad no está hecha, sino que la hacemos y hay cambios necesarios que siguen pareciendo imposibles», personalmente, no me puede parecer más acertada este reflexión para ejemplificar que la transformación es una constante que debemos asumir para acercarnos cada vez más a esa realidad que, a algunas personas les puede parecer innecesaria o no adecuada, pero que para otras es imprescindible. El cambio genera incertidumbre y supone un esfuerzo colectivo, pero es el único camino para transformar, para salir del inmovilismo y para construir una ciudad moderna, inclusiva, respetuosa y sostenible.
Ese es el objetivo, un objetivo por el que vale la pena realizar un esfuerzo, un objetivo que nos hará mejores, sin lugar a dudas, y por el que, apuesta, sin fisuras, el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Mérida con su alcalde a la cabeza.
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