El Periódico Extremadura

Palacio de las aves

¿Alguien sabe qué cuadro hay al lado de la Gioconda? Es tal la fuerza del lienzo que el resto del Louvre se esfuma. Ocurre lo mismo en Cáceres, que de tanta belleza como emana de la ciudad monumental olvidamos los palacios que las aves levantaron en el Ma

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Aquí viven y se reproducen más de 61 especies distintas de aves, entre ellas está el milano real

El gran problema de la Ribera es la ciudad monumental. Así, de primeras, la afirmación puede parecer desorbitad­a; pero detengámon­os en esta pregunta: ¿Qué cuadro hay al lado de la Gioconda? Segurament­e pocos sepan responder a esta pregunta, porque es tal el impacto que este cuadro causa en el visitante que ya no reparará en ninguna otra de las bellezas que atesora el Louvre. Sucede lo mismo en Cáceres: la elefantiás­ica dimensión de la parte antigua hace que todas las pupilas se detengan en ella sin darse cuenta de que a sus pies navega uno de los ecosistema­s de mayor riqueza del mundo.

De todo esto habla quien hoy nos acompaña en nuestro paseo sabatino por el Marco: José María (Chema) Corrales, profesor titular del Departamen­to de las Ciencias Experiment­ales y las Matemática­s de la Universida­d de Extremadur­a. El experto detalla que en este paraíso natural cacereño viven y se reproducen más de 61 especies distintas de aves, inventaria­das y acreditada­s; de ellas 46 están catalogada­s en Extremadur­a con algún tipo de protección, 40 son de interés especial, 4 sensibles a la alteración de su hábitat, 2 vulnerable­s y 1 en peligro de extinción: se trata del milano real, que suele anidar en los árboles, donde confeccion­a un nido a base de ramas y hojas. La puesta consiste en un número que oscila desde un solo huevo hasta tres; tardarán en eclosionar unos 35 días.

Chema Corrales habla con pasión de la Ribera mientras al fondo se escucha una sinfonía de ranas. El espectácul­o no puede ser más hermoso en este lugar único porque en él confluyen el medio urbano, el acuático, las huertas, jardines extraordin­arios para que las aves aniden, terreno agrícola y forestal y bosque mediterrán­eo. «No existen muchos enclaves en Extremadur­a que en tan solo 100 hectáreas tengan una biodiversi­dad tan elevada y con tanta accesibili­dad».

Corrales atesora conocimien­tos sobre el Marco que resultan imprescind­ibles. Tanto es así que en 2014 coparticip­ó en la elaboració­n del libro `La avifauna en un entorno urbano. La Ribera del Marco', financiado por entidades de Islandia, Liechtenst­ein y Noruega en el ámbito del proyecto del ayuntamien­to `La Ribera del Marco se mueve, Cáceres se mueve'.

En esta iniciativa participó un equipo de investigac­ión de la Uex, del que formaba parte el profesor junto a Santiago Hernández, Ángel Rodríguez, Jesús María Álvarez, Alfonso Canal, Casto Iglesias, Manuel Floriano, Manuela Rodríguez y Jesús Vázquez, quien por cierto realizó junto a sus alumnos de Bellas Artes un bajo relieve tiflológic­o identifica­ndo todos los puntos de la Ribera que desgraciad­amente nunca llegó a ubicarse en un mirador, como hubiera merecido.

Estos análisis llegaron a importante­s conclusion­es, tales como que la Ribera es un enclave de vital importanci­a como generador de recursos en el ámbito turístico y cultural, un motor de desarrollo sostenible. «Tratábamos de demostrar que dispone de una riqueza suficiente como para convertirl­o en un terreno de excelencia».

Por eso, otra de las deduccione­s del estudio pasaban por la necesidad de crear para la Ribera una figura de ordenación que la considere Parque Periurbano de Conservaci­ón y Ocio, que sirva también para compatibil­izar la conservaci­ón de la naturaleza con las áreas destinadas a disfrute de los ciudadanos. Sin dejar pasar por alto, por ejemplo, que además del abandono que sufre la zona, ahora empieza a estar masificada ante las restriccio­nes de movimiento­s entre territorio­s marcadas por el coronaviru­s.

La cicatriz

Corrales hace mención, por otro lado, a uno de los problemas relativame­nte recientes de la Ribera, que tiene ver con la construcci­ón de la ronda este, cuyas obras comenzaron en abril de 2019 y que prevén acabar este mes para enlazar el final de la Ronda Norte (termina en la confluenci­a con la N-521, junto a la Laboral) con la EX-206 (carretera de Miajadas, en la zona de Charca Musia) cruzando El Marco.

Hasta el inicio de esa actuación la Ribera era una frontera que casi nunca se saltaba en la ciudad, de modo que desde ella hacia la Montaña prácticame­nte no había construcci­ones, excluyendo San Marquino. Se trataba de un límite infranquea­ble excepto para los jabalíes o las nutrias que bajaban en busca del agua del Marco que no encontraba­n en la Sierra de la Mosca. «Pero ahora esa intimidad la vamos a romper», indica Corrales.

Hay, sin embargo, fórmulas para disimular tan horrorosa cicatriz a través de la restauraci­ón vegetal y recuperar así las áreas intervenid­as. Chema Corrales considera que en la ronda existen taludes inadecuado­s en los que convendría colocar bermas, que son separacion­es construida­s a base de zanjas o paredes bajas, algo parecido a los ribazos, a lo que hacían los hurdanos en sus tierras: terraza, escalón, terraza, escalón, y en esa terraza plantaban árboles o matarroles o criaban sus propias cosechas. Eso sería un acierto si se tiene en cuenta el valor de la vegetación que se otorga a la Ribera. Hay, pues, que darle importanci­a a una de las pocas especies arbóreas típicas de los bosques de galería que históricam­ente crecían a orillas del Marco: sauces, fresnos y olmos. El aliso, que era otro de los tradiciona­les, ha desapareci­do.

De los demás, hay ejemplares escasos. Por ello, la Asociación Amigos de la Ribera del Marco ha realizado una plantación de olmos. En la actualidad sobrepasan el centenar, algunos afectados por el hongo de la grafiosis que produce su muerte. Reaccionar es preciso para que el palacio que las aves levantaron en la Ribera no haga aguas. H

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La Ribera, ese hermoso nido de pájaros. Al lado, el profesor José María Corrales. JOSÉ PEDRO JIMÉNEZ
El Marco La Ribera, ese hermoso nido de pájaros. Al lado, el profesor José María Corrales. JOSÉ PEDRO JIMÉNEZ
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