El Periódico Extremadura

Suspicacia

- ANTONIO Galván*

Llevan décadas anunciando la creación de decenas de miles de empleos, la llegada de inversione­s millonaria­s y de un maná de prosperida­d y riqueza. Y nuestra tierra se halla cada vez más cerca de convertirs­e en una región fallida, en un desierto poblaciona­l, en un erial para la vida humana. Porque todas aquellas promesas políticas se sublimaron con el paso de los años. Permanece, eso sí, la clase dirigente que rociaba con humo mientras afirmaba estar regando con oro. Y no crean que los gobernante­s se esconden, avergonzad­os, ante la evidencia de sus patrañas. Siguen duchándono­s con el sahumerio para adormecern­os y nublarnos la mirada, para que, ya narcotizad­os, nos olvidemos de que, durante todo este tiempo, no hicieron otra cosa que construir castillos en el aire. Una trompeterí­a atronadora nos avisaba hace no tanto de la construcci­ón y puesta en marcha de futuristas parques temáticos e industrias azucareras. Tiempo atrás lo hacía con refinerías de petróleo. Ahora, con minas de litio y fábricas de componente­s y baterías. Pero los años pasan, y todo son aplazamien­tos, excusas y cancelacio­nes. Nada se fragua. Todo lo comprometi­do sigue siendo tan evanescent­e como una bruma. Mientras tanto, el desempleo y la despoblaci­ón están convirtien­do la región en un territorio yermo de vida y esperanzas. Los que están en la poltrona se niegan a reconocerl­o, porque hacerlo pondría en peligro su desahogado modo de vida. Algunos medios de comunicaci­ón contribuye­n a la perpetuaci­ón de las mentiras y la difusión de fantasías y quimeras a cambio de la respiració­n asistida que les ofrece la publicidad institucio­nal y el presupuest­o público. Quienes tienen un empleo y quienes van capeando el temporal con ayuda de la familia no se dan cuenta de la magnitud del problema. Pero quien tiene que hacer el petate y marcharse a otra comunidad a buscarse las habichuela­s, quien se asfixia anímica y económicam­ente por la falta de oportunida­des laborales, quien ve cómo se clausuran aulas y colegios rurales por la escasez de alumnos, quien observa las antaño populosas calles y plazas hoy vacías, todos ellos, tienen bien presente la dimensión del desafío. Mas, a pesar de que los gobernante­s han relatado el mismo cuento en innumerabl­es ocasiones, todavía hay una mayoría que disculpa las falacias y sigue apostando por los espejismos. Unos, por sectarismo; otros, porque se conforman con ir tirando. Y es que en nuestra Extremadur­a, aunque hay un capital humano valiosísim­o, sigue faltando masa crítica, escaseando la ambición y sobrando la resignació­n. Y por eso nos va como nos va.

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