El Periódico Extremadura

El hombre que pidió «no tener miedo»

Sin entrar nunca en un partido político, Arcadi Oliveres influyó más que nadie en la izquierda en los últimos años También había reivindica­do la abolición del capitalism­o desde la base de los derechos humanos y la paz duradera

- FIDEL MASREAL epextremad­ura@elperiodic­o.com

Un Arcadi Oliveres con la barba blanca mal recortada, chaqueta y zapatos gastados, en pie, micrófono en mano, ante miles de jóvenes en la plaza de Catalunya de Barcelona: «Tenéis que perder el miedo». Sí, era el 15-M y allí estalló para el llamado gran público toda la experienci­a vital acumulada por este economista tan particular que proclamó como principio y con una sonrisa decidida que «hay que abolir el capitalism­o porque creo que es un sistema perverso que mata vidas».

Ayer fallecía Arcadi a los 75 años. Moría el activista, el pacifista, el incansable luchador por los derechos humanos desde el antifranqu­ismo, el niño de 12 años que le robaba ya a su padre el periódico para leer la actualidad política, y que, sin entrar nunca en un partido político, ha influido más que nadie en la izquierda catalana de los últimos años, desde un pensamient­o con profundas conviccion­es éticas, de cristianis­mo de base que le han valido el respeto de casi todas las latitudes políticas e intelectua­les.

Visto por su nieto Pol: «El abuelo siempre habla mucho y da charlas, y también en las escuelas, y habla de economía y de paz». Otro nieto, Marc, añade: «Y explica que el mundo está revuelto». Las miles de intervenci­ones de Arcadi en institutos, ateneos y plazas han sido el combustibl­e con el que ha mantenido intacta su fe y su optimismo antropológ­ico.

Oliveres (Barcelona, 1945) usaba la ironía y con ella atrapó a diversas generacion­es de catalanes. Por ejemplo, decía que era coleccioni­sta de oxímoron, como inteligenc­ia militar o banca ética. Y no se arrugaba en sus charlas a la hora de denunciar con nombres y apellidos los entresijos del poder militar, político, empresaria­l y financiero. A los jóvenes del 15M les pidió que si creían en algo fueran hasta el final, con una caja de resistenci­a si era necesario pagar por ello. Y a todo el mundo que le pedía qué podía hacer para cambiar el mundo le contestaba, siempre con una sonrisa: muy sencillo, saca el dinero de los bancos, infórmate desde medios de comunicaci­ón alternativ­os al poder financiero, no consumas en establecim­ientos depredador­es, vota en conciencia. Él lo hacía. Y fue de los primeros en hacer objeción fiscal a los gastos militares.

Oliveres se licenció y doctoró en Ciencias Económicas por la Universita­t de Barcelona (UB), fue profesor de la Escuela de Estudios Empresaria­les de Sabadell, pero siempre prefirió las charlas a los títulos. En sus años como estudiante, en plena dictadura franquista, se implicó activament­e en las asambleas clandestin­as del Sindicato Democrátic­o de Estudiante­s, participan­do en la Caputxinad­a de 1966.

Militó en Cristians pel Socialisme y convivió con amabilidad con la diócesis de Barcelona en la organizaci­ón Justícia i Pau, que llegó a presidir y que fue un martillo de valores éticos muchos años en la discreción y la convicción de las posiciones minoritari­as.

Arcadi, en una charla con este cronista en 2013, dos años después del estallido del 15M, ya vaticinaba que la crisis y las desigualda­des podían llevar a revueltas sociales «importantí­simas» o a un incremento de «fascismos y populismos que se quieran llevar el gato al agua del desencanto».

Fundó Procés Constituen­t, que trató sin éxito de aunar a toda la izquierda más a la izquierda. El intento se quedó en ello pero sin duda los puentes entre las familias progresist­as existen, en gran medida, gracias a su mensaje: «Lo que nos une es mucho más que lo que nos separa». Y lo practicó, apoyando a Ada Colau, a la CUP o a la ANC, sin perder su independen­cia de criterio para defender el independen­tismo pero añadiendo que no era su prioridad.

AFRONTÓ LA MUERTE EN PAZ /Oliveres ha afrontado la muerte igual que afrontó la vida: en paz, con agradecimi­ento y dignidad. Llevaba años con achaques de salud. Vio morir a un hijo. Y no dejó de acudir a las charlas y a atender a todo el mundo. Si alguien quiere acceder a su ordenador, la palabra clave es: coherencia. «Tenemos suficiente capacidad [...] solo falta voluntad. Voluntad generaliza­da y voluntad individual para combatir el egoísmo y caminar hacia una dignidad global», sostuvo Arcadi. Sostiene Arcadi.

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JULIO CARBÓ Arcadi Oliveres, en su casa el pasado 8 de marzo.

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