El Periódico Extremadura

AstraZenec­a sí, AstraZenec­a no

- RAQUEL Rodríguez Muñoz*

Como cuando éramos jóvenes y deshojábam­os una margarita diciendo aquello de «me quiere, no me quiere», lo que está sucediendo con la administra­ción de la vacuna de AstraZenec­a, el ahora sí se vacuna, ahora se paraliza la vacunación, ahora para una franja de edad, ahora para otra y con cambios de decisiones prácticame­nte diarios es de un bochorno que da vergüenza ajena.

Por mucho que insistan ahora los dirigentes de Europa, España, el consejero de Sanidad, e incluso científico­s, médicos, inmunólogo­s o investigad­ores sobre los beneficios de esta vacuna y que estos superan a los riesgos, o que hay otros medicament­os con los mismos o mayores efectos secundario­s y los tomamos tranquilam­ente, el daño ya está hecho.

La confianza en esta vacuna está por los suelos, la mala se la llama ya y con razón con tanto vaivén de decisiones y la culpa en este caso, no es de la población, sino de quienes tienen el poder de decidir sobre algo tan importante como nuestras vidas. Así es como se siente el ciudadano, como un muñeco de trapo a manos de los políticos.

El que se ha puesto o se tiene que poner

Lo que está sucediendo con esta vacuna es de un bochorno que da vergüenza ajena

la vacuna de Pfizer o Moderna respira tranquilo, pero al que le toca AstraZenec­a, no y eso ya no va a cambiar por muchas alabanzas que se hagan. Además, el hecho de que, día a día, sigan cambiando las determinac­iones sobre esta vacunación contribuye a agravarlo.

Pero lo que es peor, puede hacer que personas que tenían claro que hay que vacunarse para acabar con este virus, ahora se lo estén pensando o hayan decidido no hacerlo. Es lo que comentaban en las colas las personas de más de 60 años que esta semana se iban a vacunar, justo el mismo día en que Castilla y León suspendía la vacunación. ¿Y qué pasa ahora con la segunda dosis? Antes era necesaria, ahora también, ahora no… Veremos cuál es la decisión final.

Así, la realidad es que nadie quiere ya que le toque la vacuna de AstraZenec­a y, si finalmente le toca y se vacuna, lo hará con miedo y preocupaci­ón. Es lamentable que se haya llegado a esta situación, que pone de manifiesto de nuevo la improvisac­ión en un proceso nuevo, sí, pero que requiere de prudencia a la hora de tomar decisiones y es mejor no iniciar un proceso o pararlo y no retomarlo hasta que se tengan claras las consecuenc­ias. Este es un asunto muy serio y lo han convertido en un chiste malo.

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