Colas de obediencia
Cientos de valientes placentinos y comarcanos han acudido, cargados de esperanza, a recibir la primera dosis de la vacuna contra la Covid-19. Obedientes y arrugados héroes supervivientes de la guerra, la posguerra y ahora una pandemia global.
Nuestros mayores, hoy dependientes o semi-dependientes, acompañados de familiares, andadores y sillas variopintas, se han visto obligados, dependiendo de los recursos de cada zona sanitaria, a desplazarse desde sus domicilios a los, vulgarmente denominados, vacunó-dromos, habilitados por los centros de salud para este fin y soportar largas colas en plena calle.
Alivio, miedo, nervios e incertidumbre eran algunos de los sentimientos que expresaban. Alivio por, como decía una señora entrevistada, «no ser uno de tantos como se han ido para no volver».
Miedo, por todo lo escuchado a cerca de los efectos secundarios de las distintas marcas comerciales y nervios e incertidumbre, porque son el pan nuestro de cada día desde hace más de un año ya.
El objetivo general, más en la ciudad placentina que en estos momentos presenta una situación de riesgo extremo, es conseguir la tan ansiada inmunidad de rebaño y, para ello, literalmente, se congrega en el mismo lugar y casi a la misma hora a cientos de personas, tantas que Policía Local y miembros de Protección Civil tienen que personarse para organizar el cotarro. Y para celebrar el Día Mundial de la Salud, el miércoles 7 de abril, se convoca por redes sociales a los nacidos entre 1957 y 1959 para llevar a cabo la primera experiencia piloto de vacunación libre en la región (¿improvisación?), quienes, al no tener cita previa, acudieron sin saber que tendrían que soportar horas de espera para ser atendidos.
Trabajaron para dejarnos un mundo mejor al suyo aunque a ellos, esta excepcional situación de salud pública vuelva a robarles y vulnerar uno de los derechos fundamentales, el de la intimidad, recogido también en nuestra Constitución, leyes civiles y sanitarias y en el propio código deontológico sanitario, al convertir en público un acontecimiento privado. Entiendo la urgencia, aunque me pregunto si es el más conveniente modo de proceder con este necesario trámite y si no existen alternativas posibles que garanticen dicho derecho. Algo más que sumar a la ya casi perenne pérdida de valores humanos. Todo por un poco más de vida.