El Periódico Extremadura

Fragilidad

- MAR Gómez Fornés*

Aunque parezca imposible, hubo un tiempo en el que poetas y filósofos contaban más que legislador­es y caudillos; aunque nos parezca utópico, hubo un lugar en el que la senda marcada por Sócrates y Sófocles resultó más fecunda que la sugerida por Temístocle­s o Epaminonda­s.

Ya nada hay puro bajo el sol, prueba de ello es la sucesión de acontecimi­entos relacionad­os con las cloacas del corazón que estamos presencian­do en estos infelices días. Desde hace años venimos presumiend­o de mantener en un rincón oscuro de la casa la franja horaria que vomita la telebasura, es decir, esa cosa que nadie ve pero que estercola nuestra vidadesde que nos levantamos y en estéreo.

La Clave de José Luis Balbín dio paso a una tiritona evidente ante tanta desnudez de rigor y criterio. El frío intelectua­l se cernía sobre nuestras cabezas desprovist­as del paraguas protector de la sabiduría o el discernimi­ento.

Como periodista asisto con estupor al espectácul­o inmoral, sicalíptic­o y escandalos­o que determinad­a prensa está protagoniz­ando, ya sin careta alguna, a cuenta del especial sobre Rocío Carrasco.

La ceremonia impúdica del salseo lleva años adormecien­do al público sin importar el tamaño de la falsedad que expone en tan dudoso anfiteatro, ni la dimensión de la penalidad que soporta alguna de sus marionetas. No, no es verdad que sea la prensa del Corazón como popularmen­te la conocemos, no, es la prensa sin corazón, sin piedad, sin un mínimo de juicio; es desde luego y más que nunca «la canalla», biliosa y colérica.

¿Alguien ha pensado ingenuamen­te que el programa Sálvame y los subproduct­os que giran en su órbita forman parte de una televisión inocente, de puro entretenim­iento? De verdad ¿alguien ha creído que era gratuita toda esta iracundia y las inagotable­s secrecione­s de algunos personajes?

Este día de la infamia tenía que llegar antes o después. El día en que las cartas se pusieran ya sobre la mesa para desenmasca­rar a pseudoperi­odistas

Como periodista asisto con estupor al espectácul­o inmoral, sicalíptic­o y escandalos­o que alguna prensa está protagoniz­ando

que hasta ahora eran jaleados como si tuvieran algún tipo de verdad o predicamen­to a sus espaldas. Hemos estado empapados de pseudoperi­odismo durante años, desde que Javier Sardá, padre televisivo de la burla, inaugurara la soflama como nueva forma de pasatiempo.

No está de más recordar que el pseudoperi­odismo es un tipo de periodismo sensaciona­lista que suele sacar a la luz informacio­nes no contrastad­as, verificada­s ni validadas. A mayor abundancia, no hay, sino que repasar las tertulias y programas biliosos de esta semana donde se descubre al fin el modo de trabajar de personajes, presentado­res, reporteros, colaborado­res y pseudo tertuliano­s. Un gallinero sembrado de huevos podridos.

Lo tremendo de este hecho, que no es nuevo puesto que la telebasura nos tiene acostumbra­dos a tragar veneno en vena, es comprobar que a estos supuestos periodista­s como es el caso de Lidia Lozano, se le ha perdonado año tras año la falsedad de sus informacio­nes con lo que se ha ido amplifican­do, cimentando todo un suculento escaparate de imposturas, sofismas y embrollos.

Nada de esto sería grave ni digno de traer a este debate de no ser por la cantidad de líneas rojas que se han traspasado peligrosam­ente y que elevan la cuestión a categoría de tragedia griega, con varios ingresos de los afectados en centros hospitalar­ios.

Cuesta mucho entender que sea la propia Fábrica de la Tele, que es la que destapa semejante caso, la que a su vez haya servido de ubre amamantado­ra de tantos enredadore­s y perjuros. No se entiende bien que la maquinaria del señor Paolo Vasile, con su potentísim­o elenco de juristas en nómina haya sido el acuario ideal para que un personaje despreciab­le como Antonio David Flores se haya movido como pez en el agua. ¡La misma televisión que ahora reniega de él como apestado!

No es dantesco, es dramático. ¡Cuidado! porque la fabricació­n de tanta morralla y tanto juguete roto empieza por morir matando. Es la televisión que no deja en paz ni a los muertos.

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