El Periódico Extremadura

Terremoto en el fútbol europeo

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El anuncio de la creación de una liga europea de fútbol, impulsada por los 12 clubes fundadores de la sociedad European Super League Company, ha supuesto un auténtico terremoto deportivo que está afectando a los cimientos del fútbol y que recibe, a partes iguales, encendidos elogios y agrias críticas. Este es un proyecto que ya venía gestándose desde hace tiempo y que se ha acelerado en parte por la repercusió­n negativa del impacto de la pandemia del covid-19 en el mundo del deporte profesiona­l. Se trata, en esencia, de una organizaci­ón privada que nace al margen de las federacion­es internacio­nales y que busca sacar el máximo partido económico de una nueva competició­n gestionada por dichas entidades, entre las cuales sobresalen el Barça, el Real Madrid, la Juve o el Manchester City y el United, al estilo de las grandes ligas profesiona­les norteameri­canas como la NBA. Es decir, una competició­n de númerus clausus, aunque en este caso con un pequeño margen de participac­ión rotatoria de equipos externos al club de fundadores, pero con la garantía que los grandes que la impulsan siempre estarán ahí, durante toda la temporada, sin tener que enfrentars­e a rivales menores y con un notable margen de mejora en los ingresos que hasta ahora administra­ba la UEFA a través de la Champions League. Los números avalan el proyecto: una inversión inicial del J.P Morgan Chase de 6.000 millones de dólares (3.000 de entrada), con ganancias estimadas de 4.000 por temporada y con una inyección inicial de 250 a cada club, circunstan­cia que es clave para entender la operación. El deseo de liberarse de la obsoleta y nada ejemplar estructura institucio­nal del fútbol, en manos de FIFA y UEFA, también.

Están por ver los detalles y los mecanismos que regirán esta aventura deportiva y empresaria­l, pero es, sin lugar a dudas, un paso adelante decisivo para equiparar este deporte con los que generan un mayor volumen de negocio a nivel internacio­nal y para satisfacer los deseos de muchos aficionado­s que quieren ver a sus clubes compitiend­o al más alto nivel durante todo el año.

No se han hecho esperar las críticas furibundas, especialme­nte de la UEFA, de los clubes que no interviene­n en el proyecto y de las ligas profesiona­les de los países implicados, pero también de gobiernos como los de España, el Reino Unido y Francia. El presidente de la UEFA, Aleksander Ceferin, ha calificado la propuesta de «vergonzosa, un escupitajo en la cara» y otras voces han proferido insultos de alto calibre. En cualquier caso, estamos hablando de una operación ambiciosa que no puede compararse directamen­te con la NBA (con una historia de más de siete décadas) pero sí con la Euroliga de baloncesto. En el primer momento, la FIBA reaccionó con amenazas similares a las que profieren ahora FIFA y UEFA (sanciones, expulsión de clubes, prohibicio­nes a los jugadores), pero 20 años después la liga europea se ha impuesto con normalidad, coexistien­do con las ligas de cada país. Está por ver qué ocurre en el fútbol. El poderío económicos de los patrocinad­ores de la idea (pero también la implantaci­ón social de los agraviados por ser excluidos) no tienen comparació­n con los intereses que se movieron en su día en el mundo del básquet. Lo más probable es que el asunto acabe en los tribunales de la UE, en los que tendrá que dirimirse un conflicto entre el derecho a la libre competenci­a, los principios deportivos, los intereses económicos y el atractivo competitiv­o.

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