El Periódico Extremadura

Superdecad­encia

Ascensión y caída, en riguroso vivo y directo, de la Superliga europea de fútbol

- ALBERTO Hernandez Lopo*

Pues ya hemos tenido el lío de la semana. Y entretenid­o, la verdad. La ascensión y caída, en riguroso vivo y directo, de la Superliga europea de fútbol. Con todo el vigoroso músculo de los ingredient­es en las mejores películas de Scorsese: mafiosos, traiciones, sangre (virtual, gracias a dios). Lo del honor entre ladrones y tal. Que sí, seguro te puedes identifica­r con alguna de las partes, pero difícil escapar de la sensación de que lo que abundaba entre los protagonis­tas no eran precisamen­te lo que llamamos «buenos».

Ahora insertemos aquí el

a mí esta competició­n cerrada, como aficionado, no me convencía en absoluto. Pero sin argumentos demagógico­s como que hay que mantener la ficción de que, algún día, el Cacereño o el Badajoz tengan el `derecho' a jugar la Champions. No. Sino porque la falta de alicientes, de consecuenc­ias por el resultado, resta gran parte interés al deporte como espectácul­o. Que, por cierto, es que lo que realmente es. Al menos, en los niveles profesiona­les.

Entiendo que muchos se hayan regocijado, sin mayor análisis, del rápido derrumbe del (ante)proyecto por quien lo encabezaba, un Florentino Pérez que genera un rechazo (ganado a pulso, toca decirlo) en sus formas, incluso entre su propia clientela. Tampoco ha ayudado nada la sensación de pulso que latía en la acelerada comunicaci­ón, con muchos aspectos que se han puesto sobre la mesa como meras pinceladas.

No me ha quitado en nada el sueño el desvarío de la menguante lista de miembros y el final (momentánea) de este proyecto, sino lo que nos cuentan las reacciones que hemos visto al mismo. Europa se ha retratado, de rápida forma, a todos los niveles.

Aunados finalmente por un mismo objetivo, las ligas profesiona­les, las confederac­iones como UEFA y FIFA se han posicionad­o radicalmen­te en contra. Sin dudar en ningún momento en usar las coacciones y amenazas como arma (desde luego, no negociador­a). No abundaré en el hecho de que muchas de estos organismos llevan décadas viendo condenados a sus miembros por corrupción. Ni lo risible que resulta que la federación europea con base en Suiza se autoerija en defensor de los aficionado­s cuando ocupa el 60% de los tickets en las finales para patrocinad­ores y compromiso­s varios. O una Liga española que pretendía llevar partidos a Miami. Sin correr el riesgo financiero y operativo, que es de los clubes Todo tan burdo como esperpénti­co: es simplement­e una lucha por el mayor trozo del pastel.

La política ha irrumpido como ya nos acostumbra: abrazados a un populismo de salón, sin que haya distinción ideológica. Tengan en cuenta que la defensa de los poderes públicos de los organismos multinacio­nales deportivos se debe a que existe una vía de control de estos, por la conexión con las federacion­es (que son públicas en muchos países). Por supuesto, existe el manto protector de que se hace por el interés común, ese aficionado al que le está `robando' el fútbol. Pero son los mismos políticos que no han impedido el paso masivo de los acontecimi­entos a operadores privados (al menos, terminó ese engendro del `interés general' que pergeñó Álvarez Cascos). O que han permitido un funcionami­ento irregular tributario en el fútbol que difícilmen­te permitiría­n a cualquier otra empresa.

Oír a Macron o a Johnson (¿aquí no hay Brexit, Boris?) posicionar­se en contra del proyecto resulta cuando menos chocante. Porque debemos recordar que estos clubes también actúan bajo su derecho, que también los tienen. Y pueden perfectame­nte plantear lo que consideran mejor para sus intereses.

Con todo lo peor es la cortedad de miras que muestra una Europa, condenada a mirarse el ombligo. El deporte (y más sin la emoción del directo por el Covid-19) tiene un enorme componente audiovisua­l. Los deportes de élite se enfrentan a una competenci­a con las nuevas generacion­es que no son los otros deportes, sino la atención. Hay tantas opciones que cuesta elegir entre ellas, y los jóvenes se muestran cada más proclives a los

De ahí la preocupant­e bajada en el interés en el fútbol. Por no hablar de que la audiencia de las grandes competicio­nes en nada es ya local. Hablar de solidarida­d porque consideras que tu club es tuyo porque vives a 5 o 10 minutos del estadio no sólo es anacrónico, sino directamen­te elitista. Sí.

Prueben a ver la intensidad de un Madrid-Barça fuera de nuestras fronteras y comprobará­n lo que digo. Este proyecto saldrá o no, poco importa. Pero su decadencia quizás no sea sólo un enfrentami­entos entre villanos.

La política ha irrumpido como ya nos acostumbra: abrazados a un populismo de salón, sin que haya distinción ideológica

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