Lo que provoca rechazo
Me ha gustado el argumento que emplea Ricardo Dudda en uno de sus últimos artículos publicados en la revista donde se pregunta por qué Ayuso gusta tanto a sus votantes. La respuesta que plantea es la repulsa que provoca entre sus adversarios, lo cual es una variante del prestigio de la victimización. La lógica es muy sencilla: me gustará mucho, poco o nada su programa; pero, si irrita tanto a la izquierda, ya me atrae. Se podría emplear el mismo argumento en sentido contrario y comprobar que también funciona: me gustarán más o menos las propuestas de Unidas Podemos o del PSOE; pero, al ver cuánto irritan a la derecha el lenguaje y los gestos de –¿qué sé yo?– Pablo Iglesias, ya activa el voto de izquierdas.
Algo –o mucho– de esto sucede en la política actual. Cada vez nos movemos más por cuestiones emocionales o netamente identitarias: los míos contra los tuyos, que es como decir los tuyos contra los míos. La voladura de puentes resulta la consecuencia inmediata, imposibilitando la construcción de espacios habitables para todos, más allá de nuestras respectivas ideologías. Al movilizarse el voto desde la animadversión –y no desde las propuestas en positivo–, los debates se reducen a un batiburrillo de eslóganes: ya sea, «comunismo o libertad», por un lado, «democracia o fascismo», por el otro. Se trata de una política vaciada de contenido,
Lo que moviliza