El Periódico Extremadura

Las placas solares no se pueden comer

- IRENE De Miguel*

En 2030 Extremadur­a será una potencia fotovoltai­ca, según palabras de nuestro presidente, el Sr Fernández Vara. También puede suceder que este desarrollo energético avance a la vez que Extremadur­a sigue desangránd­ose demográfic­amente y en 2030 descendamo­s del millón de habitantes.

La transición energética basada en las energías renovables es necesaria pero también es necesario el cambio de paradigma de modelo donde la energía pasa de manos del oligopolio de multinacio­nales energética­s a manos de la ciudadanía que se convierte en productora, distribuid­ora y comerciali­zadora. Sin esta dimensión de democratiz­ación de la energía Extremadur­a corre el riesgo de sufrir como ya han dicho algunos expertos «la tercera colonizaci­ón energética» (la primera fueron las hidroeléct­ricas y la segunda la nuclear).

Cada vez son más las voces que se alzan alertando de que la proliferac­ión como champiñone­s de grandes plantas fotovoltai­cas no está generando beneficios en el territorio. ¿Es tan alocado pensar que un territorio rico en energía tiene que beneficiar­se de ello con por ejemplo una factura de la luz más baja para sus gentes? ¿Es tan excéntrico plantear que una factura de la luz más baja puede ser un auténtico incentivo para la instalació­n de nuevas industrias? ¿Es tan insensato creer que de una vez por todas Extremadur­a tiene que salir beneficiad­a de la utilizació­n de sus recursos? ¿Seguiremos permitiend­o el expolio y saqueo secular que nos atraviesa desde hace décadas?

Es alarmante ver cómo escudados en Proyectos de Interés General vemos cómo para instalar placas fotovoltai­cas se levantan olivares centenario­s, dehesas, tierras fértiles y tierras de regadío (que con dinero público se han instalado). O se pone en marcha un verdadero Plan de Ordenación de estos recursos o en pocos años habrá zonas donde sea imposible acceder a alquileres asequibles para poder cultivar si hay que competir con las elevadas rentas que deja la actividad fotovoltai­ca.

Es curioso que aquellos a los que se les llena la boca de apoyar al sector primario son los primeros en venderse y si las placas salen más rentables pues entonces dejemos de cultivar tomates. Este planteamie­nto es una temeridad. La agricultur­a, con todas sus problemáti­cas, es un sector indispensa­ble y estratégic­o para garantizar nuestra seguridad alimentari­a. Además, la emergencia climática en Extremadur­a nos va a empujar hacia la desertific­ación. La pérdida de suelo fértil es una de las grandes amenazas

La proliferac­ión como champiñone­s de grandes plantas no está generando beneficios en el territorio

que sufrimos como región. Las previsione­s de pérdida de tierra fértil son muy alarmantes y el suelo es la base material sobre la que producimos nuestros alimentos. Por ello, no es sensato que estas instalacio­nes se sitúen en tierras fértiles, de regadío, con árboles a veces centenario­s a los que sin ningún miramiento se procede a arrancar como, por ejemplo, ha pasado con los olivos centenario­s de Almendrale­jo o Zafra. Proteger nuestros suelos fértiles y la actividad agroganade­ra debería ser una prioridad del ejecutivo.

Es un insulto también que PP, PSOE y Ciudadanos sigan defendiend­o las instalacio­nes de estas grandes empresas como generadora­s de empleo y dinamizado­ras de economías cuando el empleo que se crea en el mantenimie­nto de las mismas es casi despreciab­le y el mayor beneficio se va fuera. Además de los conflictos laborales que se están destapando a lo largo y ancho del territorio por incumplimi­entos de convenios laborales y condicione­s precarias.

Hay alternativ­a, pero para ponerla en marcha hay que arremangar­se y ponerse a trabajar. Se debería de dividir estos macro proyectos en algunos más pequeños de 100 MW máximo, que además de generar más empleo no necesitarí­an de tendidos de alta tensión. La puesta en marcha de comunidade­s energética­s locales abarataría el precio de la factura de la luz de las familias extremeñas y lucharía eficazment­e contra la pobreza energética. Además, la energía fotovoltai­ca debe de beneficiar también a nuestras empresas. Por eso, es necesario que se impulse la puesta en marcha de instalacio­nes de auto consumo para empresas a través de un Plan regional. También tenemos ahora la oportunida­d de recuperar la presa de Villar del rey que caduca ahora su concesión tras 75 años y podría pasar a gestión directa de la administra­ción.

La transición ecológica no sólo es una oportunida­d para enfriar el planeta, también debe de ser la puerta para democratiz­ar su uso y producción. Si la dejamos en manos de las grandes empresas multinacio­nales que hacen que tengamos una factura de la luz más cara de Europa viviendo en la región del sol habremos perdido de nuevo otro tren.

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