El astronauta que llegó a la Luna pero no la pudo pisar
Piloto del Ejército, dirigió los movimientos del módulo de mando Columbia, mientras sus compañeros Armstrong y Aldrín descendían hasta la superficie
Michael Collins fue el piloto que en 1969 llevó al Apollo 11 a la Luna. También el astronauta que, entregado a su deber, viajó 386.000 kilómetros por el espacio durante 76 horas y, una vez llegado a su destino, se quedó en órbita mientras observaba los primeros pasos de sus compañeros Neil Armstrong y Buzz Aldrin sobre el suelo lunar. Los mismos que pasaron a la historia como «un pequeño paso para un hombre pero un gran salto para la humanidad». Collins, el icónico y a la vez siempre olvidado Collins, falleció ayer a los 90 años «tras una larga batalla contra el cáncer».
«Siempre hizo frente a los desafíos de la vida con gracia y humildad, e hizo frente a este, su desafío final, de la misma manera», manifestó su familia. Su último deseo fue que no se llorara su muerte sino que se celebrara su vida. «Estés donde estés, querido Mike, siempre tendrás el fuego para llevarnos hasta nuevas alturas y hacia el futuro», escribió Aldrin, el último integrante con vida del `Apollo 11'.
Parte de la historia
El nombre de Collins ya forma parte de historia. El primer viaje de la humanidad rumbo al suelo lunar fue guiado por él. Su talento a los mandos de la nave fue el que, paradójicamente, lo encasilló en el papel de piloto. Y eso fue lo que en última instancia hizo que se quedara él solo en el módulo de comando mientras sus compañeros acaparaban todos los focos en la Luna. Alguien debía quedarse en segundo plano para garantizar que, llegado el momento, el módulo de comando Columbia y la cápsula lunar Eagle se pudieran acoplar correctamente para devolver a los astronautas a Tierra sanos y salvos. Ese era su deber.
Collins permaneció más de 20 horas en órbita en la más absoluta soledad. De hecho, mientras millones de terrícolas observaban maravillados los primeros pasos de su especie fuera del planeta, el tercer tripulante pasó franjas totalmente desconectado. «Desde los tiempos de Adán ningún humano ha conocido una soledad como Mike Collins», rezaba el diario de la misión.
No es de extrañar, pues, que la pregunta que más recibió Collins en los siguientes años fuera justamente cómo vivió la misión desde la órbita. O como se sintió al hacer historia desde la penumbra. El astronauta, con la característica elegancia que siempre impregnó sus declaraciones, respondía diciendo que él se había sentido tan importante como sus compañeros. Y que incluso cuando estaba en el lado oscuro de la Luna nunca sintió miedo. «El sentimiento era más bien de conciencia, satisfacción y confianza», explicaba.
La historia que pocos conocen
es que Collins sí que pisó, aunque fuera simbólicamente, la Luna. Los parches de la misión, y que adornaban los trajes de sus compañeros, habían sido diseñados por él. Y también fue suya fue la idea de tomar la imagen de una estadounidense águila calva, un ramo de olivo símbolo de paz y la imagen contrapuesta de Tierra y Luna para crear la insignia del `Apollo 11'.