El marqués de Sade se pasea por Estocolmo
El sueco Niklas Natt b retoma su truculenta saga histórica de misterio con `1794'
Cuando Niklas Natt och Dag (Estocolmo, 1979), periodista y descendiente de una de las familias suecas más poderosas allá por la Edad Media, decidió incluir en la trama de su novela `1793' un reloj del siglo XVIII obra de un celebrado relojero de la época no sabía que aquel libro iba a tener un enorme éxito y tampoco que iba a acabar comprando un reloj de ese mismo fabricante en una subasta.
Lo enseña a través del ordenador desde su domicilio de Estocolmo, mientras su gato mira interesado cómo le da cuerda. El instrumento atrasa 20 minutos al día pero tiene la rara habilidad de trasladarnos de nuevo con la imaginación al Estocolmo mugriento de 1794, la continuación del `best-seller', (Salamandra).
Ese reloj empeñado al final del primer libro es uno de los hilos narrativos de esta entrega con una nueva pareja investigadora: el ya conocido veterano de guerra Mickel Cardell aparecer ahora acompañado por el hermano menor del desaparecido Cecil Winge, Emil, parecido a aquel como una gota de agua a otra. Un truco, este, de genuino culebrón televisivo que Natt och Dag reconoce de buena gana. «Es un buen recurso para una trama de misterio», admite. Y más para una que busca golpear con fuerza en la sensibilidad del lector y que no le hace ascos a una desaforada violencia, una extre
ma crueldad que bebe directamente de Los desastres de la guerra de Goya y de las fantasías insoportables del divino marqués de Sade.
«En aquella época, tanto Sade como Rousseau mantuvieron la idea de que la razón no es el principal factor que empuja a la humanidad a actuar. Rousseau consideraba que las personas son originalmente buenas, mientras que para Sade el mal es una manifestación de la naturaleza humana», explica el escritor, que ha tomado ejemplo del marqués en cuanto a constatar la naturaleza predadora del hombre mostrando con detalle torturas, brutalidades psicopáticas y humillaciones.
El resultado, quedan avisados, es desagradable, pero podría haberlo sido más: «Escribí una de las escenas más escalofriantes del libro y tuve que detenerme en seco para admitir en voz alta que había abordado lo más horrible que jamás había podido imaginar y me sentí muy mal. Así que decidí quitarle todos los elementos descriptivos. No hay cuchillos ni sangre. Pero la escena sigue funcionando con fuerza porque todo debe construirse en la mente del lector a partir de los miedos de este».
1794 también es una novela que explora el pasado histórico de un país que ha alardeado durante décadas de ser el mejor modelo del Estado del bienestar. ¿Y qué es lo que nos encontramos? Pues una colonia de esclavos impulsada por el rey Gustavo III, una mancha a la que la historiografía sueca apenas mostró atención hasta bien entrado el siglo XX. «En los años 70 un movimiento de izquierdas que intentaba desacreditar a la monarquía sueca investigó el tema y lo utilizó como arma arrojadiza. Ahora es algo que surge más o menos cada 10 años para luego pasar de nuevo al olvido».