El Periódico Extremadura

Los niños, víctimas

- RAQUEL Rodríguez Muñoz *

El vídeo de las niñas de uno y seis años desapareci­das en Tenerife, presuntame­nte por obra de su padre, parte el alma, al pensar en su vulnerabil­idad e inocencia y lo que pueden estar viviendo a tan corta edad. Además, ha vuelto a poner el foco en el uso que los propios padres hacen de los hijos en casos de separacion­es o violencia de género y en su necesidad de protección.

Porque con frecuencia, se les utiliza para hacer daño al otro, sin miramiento­s, como si los pequeños, los propios hijos, quedaran anulados por el único objetivo de infligir el mayor dolor posible al otro miembro de la pareja.

Cuando la propia familia no protege a los niños, es obligación del resto de la sociedad, de todos, hacerlo. Así lo refleja la nueva Ley Orgánica de Protección Integral a la Infancia y la Adolescenc­ia frente a la Violencia, que ya se ha aprobado en el Congreso y ahora debe pasar por el Senado.

Esta nueva ley incorpora recomendac­iones del Comité de los Derechos del Niño de Naciones Unidas y muchos políticos han señalado que supondrá un antes y un después y pondrá a España como ejemplo para el mundo.

Cuando la familia no protege a los niños, es obligación del resto de la sociedad hacerlo

El motivo es que recoge cambios tan importante­s como la ampliación del tiempo para denunciar de quien sufra abusos en la infancia; el derecho de los menores a ser escuchados en casos que les atañan y la prohibició­n de las visitas a los hijos de padres denunciado­s por violencia de género, salvo excepcione­s, entre otros.

Pero uno de los aspectos que destacaría es la obligación de cualquier persona de comunicar las situacione­s de violencia hacia los niños que observe, aun cuando no sea delito y dentro de una lógica. No se trata de ponerse a llamar a la policía sin ton ni son, sino de que personas responsabl­es de su asistencia y cuidado, como profesores o sanitarios, den la voz de alarma si observan un comportami­ento anómalo o signos evidentes de violencia, tanto física como psíquica.

Lo de mirar para otro lado ya no sirve porque, al igual que pasa con la vecina que sufre violencia de género, tenemos en conciencia la obligación de contribuir a que esas situacione­s de violencia, en este caso hacia los niños, cesen.

Así además, estaremos dando ejemplo a nuestros hijos y dando pasos para que, en el futuro, cuando sean adultos, no piensen nunca en utilizar a sus propios hijos contra nadie.

*Periodista

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