Entre Caín y Abel
Harry Hole presenta `El reino', una tragedia familiar y de ambición y codicia, protagonizada por dos hermanos en una zona totalmente aislada de Noruega
Al otro lado de la pantalla, desde el abuhardillado estudio de su casa, en su Oslo natal, luciendo boina inglesa a cuadros y chaqueta deportiva, el noruego Jo Nesbo (1960) se levanta y vuelve a sentarse, guitarra en mano, para sorprender con unos acordes de la nueva canción que ha escrito para su veterano grupo de rock, Di Derre. Pero se lo piensa mejor y tras unas notas deja al oyente con la miel en los labios. «Ha sido un año muy triste, nos han cancelado todos los festivales en los que íbamos a tocar este verano, igual que pasó en 2020. Tenemos muchas ganas de volver a tocar», se sincera sobre su otra pasión, la música, este referente del género negro nórdico. El creador de la serie de Harry Hole (12 títulos ya desde que en 1997 publicó El murciélago) presenta nueva novela independiente, El reino (Reservoir Books), una «tragedia familiar de ambición personal» ambientada en una zona rural de Noruega, un escenario «claustrofóbico», con una historia con «similitudes con la de Caín y Abel».
En ella, se aleja algo de los «clichés de la novela negra» sin renunciar al thriller y la adereza con asesinatos y violencia soterrada, envidias, codicia, recelos y bajas pasiones. «Es la historia de dos hermanos muy próximos con una relación complicada. Pensé en mis hermanos, especialmente en el menor, que murió hace seis años y con el que tenía una relación muy íntima. Tocábamos en el mismo grupo, jugábamos al fútbol, compartíamos una habitación con literas, como los de la novela... La tragedia ha formado parte siempre de mi narrativa», señala Nesbo, recordando a Harry Hole o su versión de Macbeth.
En El reino, el hermano mayor, Roy, más introvertido, siempre ha protegido al menor, Carl, hasta el punto de pensar si no estará enamorado de él. Siendo adolescentes, sus padres mueren al despeñarse su Cadillac cerca de la casa y
Carl se va a EEUU a estudiar mientras Roy se queda al frente de una gasolinera. Cuando tras 15 años Carl vuelve a la granja familiar casado con una atractiva arquitecta, y con un proyecto para un ambicioso hotel en el que embarca económicamente a todo el pueblo, «surgen secretos del pasado».
Acostumbrado a la urbana Oslo, buscaba Nesbo «una localidad pequeña», como las que conoció de niño cuando veraneaba con sus abuelos. «Eran pueblos donde todo el mundo se conoce. Si te pasa algo piensas que hay solidaridad y que el vecino te ayudará, pero vivir allí provoca un sentimiento claustrofóbico, sobre todo cuando estás creciendo y no puedes escapar de la percepción que tienen tus vecinos de quién eres. Aunque se vayan a estudiar fuera, si vuelven, los del pueblo no les permiten cambiar ni ser otra persona, siguen siendo el hijo de al que han conocido. La gente se va a las ciudades para ser más anónimo. Quería recrear esa atmósfera donde se mezcla la solidaridad con la envidia y la claustrofobia».
Sin spoilers, en ese «microcosmos» un tanto endogámico se pueden dar abusos sexuales como las que revela la mujer de Carl, criada en una calle de Barbados donde «el padre viola a la hija y el hermano se folla a la hermana». «Elegí ese lugar estando de gira con la banda en un valle muy aislado de Noruega, que luego supimos que era famoso por la enfermedad de la caza, consanguínea, es decir, que pasa cuando los miembros de una familia se casan entre sí. Al llegar sentimos esa atmósfera un poco escalofriante, espeluznante... No sé si eso es pecado o supervivencia. Cuando se vive en un lugar tan aislado hay que ver la diferencia entre la moralidad o si las cosas vienen dadas por las circunstancias».
La semilla de la novela se remonta a una charla con su padre cuando tenía 20 años. «Él era muy racional, recto y justo. Pero se peleó con un vecino al que una nueva ley le permitía quedarse con parte de nuestra tierra por poco dinero y me dijo que se había convertido en un enemigo aunque sabía que la ley estaba de su parte. Pero al verlo desde el lado de la familia no hay discusión: eliges a la familia por encima del bien y del mal. Eso me impresionó».
Con 50 millones de lectores en 50 idiomas, admite: «La popularidad te corrompe de un modo u otro. Su gusto es adictivo y dulce. Tengo libertad económica para escribir lo que me gusta y lo que me gustaría leer a mí. Siempre me planteo preguntas». Y algunas son, dice, ¿qué le gusta y qué desprecia de un personaje? «A menudo lo que más odio de un personajes son cosas que desprecio de mí mismo».
«La popularidad te corrompe de un modo u otro. Su gusto es adictivo y dulce» «Quería recrear esa
atmósfera donde se mezcla la envidia con la solidaridad y la claustrofobia»