Vacunarse es una buena idea
La semana pasada, con temor y temblor, me apunté para vacunarme de la covid-19. Me dieron a escoger centros y elegí el matadero que está en la calle Miguel Servet de Zaragoza, a las 9.41 AM. Cada día hacía mi testamento mental: arreglé las cosas que tenía a medio terminar, me reconcilié con la gente que estaba tirante, pagué mis deudas. Pero, hubo algo que no pude controlar, que me surgió sin que yo lo hubiera previsto: empecé a tener pesadillas, perdí las ganas de comer, extravié mi buen humor. Hasta que llegó el día D, y la hora H. Como pude, fui arrastrando mi humanidad por el asfalto. La gente me miraba con extrañeza y me preguntaba cosas que yo no entendía. Mi cara estaba desencajada. Mis piernas apenas me sostenían. Mis ojos se extraviaban. A rastras conseguí llegar al matadero. Me puse en la cola gracias a que un camionero me prestó un gato y dos muletas. Dos ancianitas me sujetaban. Cuando llegó mi turno, me santigüé, recé mis plegarias: «Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu». Y ¡Pum! Me la clavó. Y como pueden comprobar, aquí estoy, más fresco que una lechuga, ¿acaso se pensaban que se iban a librar de mí? que planean en las cabezas pensantes del gobierno socialcomunista, tanto sobre el mercado nacional como el internacional, unidos a una crisis de gobernabilidad que está impidiendo actuar la actualidad económica del país.
Pedro Sánchez nos quiere llevar una y otra vez más al huerto de sus intereses partidistas, y menos mal que la Unión Europea está vigilante.
Recientemente, en la portada de un diario local se detallaba la subida de impuestos, por supuesto sin bajar el gasto público. Yo pensaba lo siguiente: con 22 ministerios, un 40% más de altos cargos que el anterior ejecutivo y 730 asesores a dedo. Así es imposible cuadrar las cuentas.
Venancio Rodríguez Sanz