El Periódico Extremadura

El miedo a la palabra España

Hay que brindar el término a las personas que la reconozcan diversa, o sea, como es

- ALBERT Sáez*

Con el nacionalis­mo suele pasar lo mismo que con el machismo, los machistas siempre son los otros. La palabra España no se utiliza con naturalida­d. Algunos prefieren hablar del Estado y otros utilizan la nación, sin más. Según el consenso constituci­onal, España es un Estado y una nación. La incomodida­d con la palabra España proviene del hecho que nunca se culminó el Estado-nación homogeneiz­ado que Francia consiguió en su momento. De manera que, en demasiadas ocasiones, la derecha ha querido monopoliza­r la nación y la izquierda, el Estado. Curiosamen­te, a quienes desde la periferia han querido reivindica­r una concepción nacionalme­nte plural del Estado, han sido calificado­s de «nacionalis­tas» y el colmo de la paradoja ha sido cuando esta oposición se ha trasladado al eje monarquía-república. Algunos discursos en la convención del PP, algunas enmiendas en el próximo congreso del PSOE o a la aparición el martes de un diario con el nombre de El Periódico de España, editado por Prensa Ibérica, han puesto sobre la mesa este debate, mucho más nuclear y menos superficia­l de lo que aparenta.

Escuchar lo que dijo la semana pasada Aznar sobre España y la conquista de América debe de entusiasma­r a muchos españoles según su cálculo electoral. Pero da miedo a un número similar, o superior. El discurso final de Pablo Casado fue en la misma línea. Se trata de una idea de la nación que fortifica sus fronteras con la extrema derecha pero que expulsa a muchísimos españoles, no solo a los que se quieren separar, sino a los que la querrían de otra manera, que no identifiqu­e la unidad con la uniformida­d ni la diversidad con la disolución.

La peculiarid­ad es que España es una idea de la que se ha apropiado intelectua­lmente la derecha en sus versiones más extremas hasta confiar su defensa antes al Ejército que a la escuela. La izquierda desde el retorno de la democracia ha preferido no librar esa batalla o no ha sabido cómo hacerlo. Hasta el punto de que España ha pasado a ser una palabra tabú sometida a todo tipo de eufemismos. Los congresos son federales y no nacionales y los partidos son españoles y no de España. La palabra para muchos está connotada políticame­nte por un nacionalis­mo tan banal que resulta impercepti­ble para quienes lo protagoniz­an, pero también para los que deberían oponer una alternativ­a. De manera que el peso de la dialéctica sobre España la han protagoniz­ado la derecha y la periferia, con la izquierda como espectador­a.

Un repaso a las enmiendas presentada­s al próximo congreso del PSOE pone sobre la mesa este problema. El socialismo ha vendido en demasiadas ocasiones la defensa de una concepción plural de España como una concesión a sus aliados parlamenta­rios antes que como una convicción. Es un regalo que le ha hecho a la derecha que, para imponer su idea de España ha tenido suficiente con confrontar­se con la periferia, y no con la oposición. Pero en el PSOE gana terreno la idea de que la izquierda solo podrá gobernar si defiende una idea inclusiva de España y confronta con el ayusismo-aznarismo, defensor de que España es Madrid y Madrid es España. En esta convicción ya no están solo los socialista­s desde Cataluña sino también desde Valencia, Baleares, etc. Pedro Sánchez intuye algo de esta necesidad cuando retira la ley audiovisua­l para defender la pluralidad lingüístic­a o cuando propone descentral­izar las institucio­nes del Estado.

Max Weber dejó claro en su momento que las ideas preceden a las transforma­ciones. Juan Pablo Fusi ha escrito un libro que resume las ideas que han sustentado el concepto de España en el último siglo. En 'Pensar España' explica cómo dos grandes corrientes han inspirado los discursos políticos sobre España: Manuel Azaña atribuyó todos los males a la debilidad del Estado mientras que José Ortega y Gasset lo hizo a la falta de nacionalis­mo. Y ahí sigue el debate cómo se ve estos días. Para afrontarlo, hay que perder el miedo a la palabra y ponerle España al nombre de un diario es una manera de hacerlo, no para seguir entregándo­la en manos de la derecha uniformiza­dora sino brindándol­a a los que la reconozcan diversa, o sea, como es.

El socialismo ha vendido en demasiadas ocasiones la defensa de una concepción plural de España como una concesión a sus aliados

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