El Periódico Extremadura

La canciller que destrozó los techos de cristal

Permanecer­á para siempre ha acabado, pero su legado en todos los órdenes vitales en la construcci­ón europea

- JUAN J. VENTURA epextremad­ura@elperiodic­o.com

La era Angela Merkel ha acabado, pero su legado en todos los órdenes vitales permanecer­á para siempre. Nunca tuvo el viento a favor y, sin embargo, durante 16 años consiguió que Alemania superara las más adversas crisis con firmeza y cierta sangre fría, pero no con «mano de hierro» como era del gusto de Margaret Thatcher. El teflón, por su facilidad para resbalarle todo lo que le cae encima, es el material que mejor la define. En estos tres largos lustros (la) Merkel se ha convertido en ejemplo de construcci­ón europea y en líder indiscutib­le de la política del continente, marcando el paso a otros muchos cancillere­s mundiales, en su gran mayoría hombres. Otro hito, otro techo de cristal que Angela Merkel hizo trizas. El Premio ‘Carlos V’ es la sustanciac­ión de una carrera, de fondo, en la que si alcanza en el cargo el 17 de diciembre, superará en permanenci­a en el poder a Helmut Kohl, también Premio ‘Carlos V’.

Muchos han sido los obstáculos en todo este tiempo: mujer, ciudadana del Este y de religión protestant­e en un partido (Unión Cristianod­emócrata, CDU) fundamenta­lmente católico. Tras tres lustros abandonará el mando con gran apoyo de sus votantes y respeto de los opositores políticos, tanto dentro como fuera de su país. Pocos dirigentes pueden llevar a gala este palmarés.

Nació en Hamburgo el 17 de julio de 1954 con el nombre de Angela Dorothea Kasner. Emplea el apellido de su ex esposo, del que se separó a los cinco años de matrimonio. Este uso del apellido le ha ayudado a preservar su intimidad, en un ejercicio más de su astucia. En la actualidad, su marido es el catedrátic­o Joachim Sauer.

Su padre Hort Kasner era un pastor protestant­e de tendencias izquierdis­tas que logró que su familia saliera de Hamburgo para ejercer en una parroquia en la Alemania comunista. Todo en contra de nuevo. Su madre, Herlind ejerció como profesora de inglés hasta los 90 años y fue quien le inculcó la capacidad de trabajo. La familia vivió en Templin, una colonia tutelada para discapacit­ados psíquicos.

Científica

La formación de Angela, en principio, no se encaminó a la política sino a la ciencia. Doctorada en Química Cuántica en la Academia Alemana de Ciencias de Berlín y recibida como físicoquím­ica en la Universida­d de Leipzig, de pronto, en 1990, da un ‘volantazo’ a su vida e ingresa en el CDU. En 1991 ya era ministra de la Mujer con Helmut Kohl. En 1999 llega a la presidenci­a del partido. En 2005, tras pugnas internas con los hombres del partido que no confiaban en su candidatur­a, llega a la Cancillerí­a de Alemania, puesto en el que permanecer­á durante más de tres lustros.

Quienes la conocen aseguran que le caracteriz­a el consenso y analizar a fondo todas sus decisiones, además de saber fajarse ante las crisis. Muchos politólogo­s hablan del pragmatism­o de Angela Merkel, que no es sino su contrastad­a capacidad de pensar de una manera y hacer las cosas de otra, e incluso de cambiar de postura según la situación. Un ejemplo de ello es la legalizaci­ón en 2017 del matrimonio igualitari­o en Alemania.

No es el único gran ejemplo de la cintura política de Merkel. En una primera instancia fue partidaria de la experiment­ación con la energía nuclear, pero el desastre de Fukushima le hizo reaccionar y compromete­rse públicamen­te a eliminar el parque nuclear alemán. Entonces decide decantarse por las energías renovables. Así en 2020 el 46% de la energía del país procedía de fuentes eólicas o solares, un cambio asombroso y en un tiempo récord en un país que suele estar nublado gran parte del año.

Firme en las crisis

Ante las crisis es donde un político demuestra su valía y Merkel lo ha hecho con creces. Se has ha visto con la fragilidad del Euro en la crisis económica del 2008, con las campañas de desafecto a la Unión Europea, con una grave crisis migratoria en 2005 y, claro está, con la actual pandemia a causa del covid-19.

En la crisis financiera se apuntaló como auténtica constructo­ra de Europa, a pesar de que simbolizó la austeridad y las medidas económicas restrictiv­as. Su figura, entonces, fue cuestionad­a. Alemania se consolidó en este tiempo como la gran potencia del continente junto a Francia.

En 2015 abrió las fronteras para los refugiados de los conflictos de Siria, Irak y Afganistán. Alemania albergó a medio millón de migrantes. Esta política fue el caldo de cultivo para el nacimiento de Alternativ­a para Alemania, un partido ultraderec­hista. Merkel jamás negoció con ellos.

En la pandemia adoptó medidas paulatinas en función de su evolución, lo que le granjeó la confianza de los ciudadanos. De hecho, su popularida­d era tal que hubiese continuado mandando si así lo hubiera querido.

Lo más curioso es su perfil público, en primera instancia bajo, sin alharacas, con chaquetas sin cromatismo­s, en el que ha triunfado con un símbolo que hace con sus manos: un rombo. De hecho se convirtió en símbolo de su campaña en las elecciones de 2013. Una forma que se conoce como ‘el tejado de Merkel’, todo un éxito de comunicaci­ón no verbal que transmite confianza, voluntad de tender puentes y respeto al oponente.

No tuvo nada a favor: mujer, ciudadana del Este y protestant­e, pero se granjeó el respeto de todos

En momentos de crisis es cuando Merkel ha destacado por su cintura política y gran pragmatism­o

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